La mayoría de las veces hemos tenido poco tiempo para pensar sobre todo esto.
Por eso, antes de precipitarse, es conveniente reflexionar sobre lo que deseamos conseguir.
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• Valora lo que has recibido de tu educación y utiliza aquello que te ha sido útil. Recuerda la manera en la que tus padres te educaron y rescata lo que te ha ayudado a sentirte bien y a confiar en ti mismo. A lo mejor te ayudó que tus padres te enseñaran a cuidar los juguetes o a no conseguir todo aquello que pedías. También piensa en aquello que consideres que se podía haber hecho de una manera diferente para no repetirlo con tus hijos.
• Utiliza otros modelos. A lo largo de tu vida habrás encontrado otros estilos educativos (observando a otros padres, experiencia con maestros, etc.). Sírvete de lo que has visto para aplicarlo a tu forma de educar.
• Intenta tener claros los valores que deseas transmitir. Si por ejemplo para ti la sinceridad y el respeto son importantes, dales cabida en tus normas.
• Lee e infórmate. Existen estrategias y técnicas específicas que nos ayudan a acercarnos a los niños para participar en su proceso educativo.
En la elaboración de las normas es imprescindible que haya consenso entre los
adultos que educan al niño. Para lograrlo es necesario hablar con las personas implicadas,
intentando encontrar lo que realmente es mejor para el menor. Si a tu hijo
lo cuidan abuelos u otras personas, comunícales cuáles son las normas y qué vais a
hacer cuando se cumplan y cuando no.
Habla con tu pareja sobre lo que consideráis importante en la educación de vuestro hijo y estableced la manera de conseguirlo. No se trata de imponer nuestra forma de entender las cosas. Cada uno de vosotros ha sido educado en un contexto diferente y posiblemente hayáis vivido situaciones distintas. Intentad llegar a
un consenso.
A veces ayuda hablar con otras personas (padres, profesores, psicólogos, etc.) pues nos dan pistas sobre la manera de abordar determinadas situaciones. Es cierto que sólo si estamos convencidos de que pueden ser útiles podremos asumir los consejos y orientaciones de los demás, por lo que es importante mantener una actitud abierta y reconocer que existen otros puntos de vista y maneras de hacer las cosas.
Cuando hayáis decidido las normas que queréis que regulen vuestra familia, deberéis hacer lo posible para mantenerlas. Es importante que las personas implicadas en la educación del niño sean constantes en la aplicación de las normas y así evitar que el niño reciba mensajes contradictorios.
Aunque cada familia pone las suyas, está claro que existe una serie de normas imprescindibles para garantizar la convivencia y un adecuado desarrollo de los niños.
Son normas esenciales:
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fundamentalmente.
• Las que le enseñan a respetar a los demás y a las cosas: no se insulta, ni
se grita, ni se pega; no se tiran las cosas ni se rompen los juguetes...
• Las que permiten un adecuado desarrollo de su autonomía: dejamos que
los niños hagan solos lo que pueden hacer por sí mismos.
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