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¿Por qué nos cuesta poner límites a nuestros hijos?

 Aumenta la inteligencia de tu hijo
Muchas veces nos cuesta imponer las normas porque no estamos plenamente convencidos de ellas. Si tienes dudas en cuanto a una norma en concreto, reví- sala para ver qué está fallando. Si tú no lo tienes claro, lo más probable es que tu hijo perciba esa inseguridad y no consigas instaurarla. En ocasiones lo que sucede es que nos sentimos demasiado presionados por los demás. Por ejemplo, tenemos claro que no podemos comprar a los niños todos los juguetes que nos piden. Sabemos que de hacerlo aprenderán poco sobre la importancia del esfuerzo y les costará aceptar que no se puede conseguir todo lo que se desea. Pero recibimos una fuerte presión para comprar y comprar. La publicidad de la tele es continua, los juguetes están accesibles en cualquier temporada, parece que no eres un buen padre si no le compras algo por haberse portado bien en casa, etc. Debemos estar atentos a todas estas presiones y evitar que sigan influyendo en lo que nosotros deseamos conseguir. Una vez más: tú eres el adulto y pones la norma. Debes pensar en ella, conviene que hables con otras personas y te informes y que llegues a un consenso, pero todo debe partir de tu deseo pues tú eres quien educa. Tu hijo, en cuanto pueda, empezará a mostrar negación hacia la norma. Alrededor de los 2 años puede empezar a decirte a eso que NO. Deberás creerte que realmente eres tú quien dice lo que se puede o no se puede hacer, aunque te cueste, aunque te parezca que le estás haciendo daño... Pero tu hijo necesita saber que eres tú quien pone las normas, pues eso le permite desarrollarse en un entorno seguro. A medida que vaya creciendo y aumente su capacidad de razonar podrá ir participando en la elaboración de esas normas y, ya adolescente, incluso deberéis intentar llegar a acuerdos sobre las mismas. En algunos momentos será necesario insistir en unas normas determinadas frente a otras. Una vez conseguidas, es posible que surjan nuevas situaciones a las que haya que poner reglas. Y es que la vida no es siempre igual, por eso las normas se pueden ir modificando y adaptándose a las nuevas situaciones. Cuando las normas se han vivido de forma razonada y coherente acaban teniendo validez para tu hijo no sólo porque tú lo dices, sino porque él las considera importantes.

¿Qué hacer cuando tenemos hijos de diferentes edades? Las normas básicas pueden y deben ser comunes. Está claro que no todos los hijos se deben acostar a la misma hora, pero tus hijos pueden aprender que la norma no es la hora en sí, sino que cada uno tiene un momento para irse a la cama. Las normas de respeto hacia las personas y las cosas son para todos, así como aquellas dirigidas a cumplir con las responsabilidades de cada uno. Es conveniente que cada uno sepa que debe contribuir con algo para que la casa funcione bien. A veces conviene ponerlo por escrito en un lugar visible para todos: ¿de qué se ocupa papá o mamá o el hermano mayor? Cada uno tendrá tareas en función de su edad y de sus capacidades.

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