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¿Parto en casa? Algunas consideraciónes. Por la Dra. Norma Emilia Escalante Betancourt

Las propuestas que de manera creciente están surgiendo en todo el mundo, a partir de los sesentas, de realizar los partos en el seno del hogar para dar la bienvenida a otro integrante de la familia, además de ser un derecho inalienable de la mujer y su cuerpo, son principalmente la respuesta a las evidencias no sólo médicas sino también sociales, psicológicas, ecológicas y culturales hacia la cada vez más tecnificada y fría atención brindada en los hospitales. Una experiencia repetida de mujeres y familias que nos cuentan sus historias, historias que ahora forman parte de su biografía de vida y, por lo tanto, influyen de una manera u otra en sus vidas, así como en la interrelación madre e hijo, en el comportamiento en la infancia o más allá, en la capacidad de logro de las mujeres y aún en la capacidad de amar, que como ahora sabemos depende mucho de la cálida manera de nacer. ¿Porqué una mujer que va a dar a luz, decide hacerlo en su casa? Las razones pueden ser: “Me dan miedo los hospitales”, “quiero tener a mi hijo conmigo desde el momento de su nacimiento”, “no quiero que me “corten”, “quiero sentir el nacimiento Parto Respetado 9 de mi hijo no quiero ser anestesiada”, “mi médico me dijo desde siempre que lo mejor es que nazca por cesárea y yo no quiero”, “queremos estar mi pareja y yo juntos para recibir al bebé”, “deseamos un nacimiento sin violencia, con poca luz sin reflectores en sus ojos”, etc.

Planear un parto en casa.
Parir en casa es una elección individual, nunca a la ligera, sino que pasa por todo un proceso, desde información basada en evidencias; valoración de lo que se quiere y cómo se quiere, preparación; de la pareja; integración de todos los asistentes al parto, incluyendo el acompañamiento profesional; se requiere la armoniosa colaboración de todos cuya meta, es atender las necesidades de esa mujer en particular en su parto; lograr sus deseos de tener un parto saludable y un fruto saludable en sus brazos, en su propio espacio, en su hogar. Es de gran importancia el compromiso conjunto entre médico y embarazada en crear un embarazo sano, pensar en la unidad funcional del organismo y los efectos socioculturales y psicológicos que influyen en la embarazada. La labor clínica y preventiva del médico o la partera es dieta nutritiva preventiva para evitar anemia (que predispone las hemorragias), suficiente vitamina C para mantener vasos sanguíneos y tejidos fortalecidos, omega 3 para evitar en lo posible un episodio de preclampsia; calcio y magnesio para la contracción muscular adecuada, abundantes líquidos, exámenes pertinentes, una o dos ecografías en el embarazo si se cree conveniente, buen aumento de peso, ejercicios como la yoga o estiramientos, fomentar el bienestar con actividades diversas. Todo esto da como resultado un proceso de autocuidado, aunado a la preparación prenatal y entrevistas para cimentar la confianza en sí misma y en su cuerpo, investigación y manejo de condicionamientos y miedos individuales y el manejo de una buena integración en la relación de pareja, todos factores que integralmente conducen a un embarazo sano acompañado, claro está, de un parto sano. Primero no perturbar. Aunque todas las embarazadas intuitivamente lo saben —aunque el grueso de la comunidad médica parece actuar de manera diferente— “el parto no es una enfermedad” quedó de manifiesto en abril de 1985 en Fortaleza, Brasil durante la Conferencia de la Organización Mundial de la Salud. Es un proceso FISIOLOGICO implícito sabiamente en la biología de cada cuerpo de mujer, su cuerpo sabe como parir así como el bebé también sabe como nacer, son actos instintivos, que se conducen por sí solos, cuando se les deja, es decir cuando no sufren ninguna intervención.
Llamamos intervención en un parto o nacimiento cualquier evento humano o en el entorno que bloquee o estorbe el libre flujo de acontecimientos corporales y mentales que terminan en la apertura biológica y psicológica de la mujer para dar a luz.

Atendiendo las necesidades de la unidad mamá-bebé al parir y nacer.
• Libertad de movimiento de la mujer. Asegura un buen descenso del bebé en su cadera, posiciones libres que resulten cómodas para ella (no para quién la atiende), caminar, mecerse, incluso moverse a la manera de danza árabe, favorece además el flujo de sangre por el cordón umbilical, lo que minimiza la posibilidad de falta de oxigeno al bebé, de hecho muchas anomalías aparentes en los latidos del bebé se corrigen con simples cambios de posición de la madre; corrige alineaciones no óptimas del bebé para su salida, como posiciones en cuatro puntos, cuclillas, etc.
• Entorno y compañía. Por ser un evento instintivo, sexual, el parto es un acto intimo que requiere, por esto, recogimiento en un lugar seguro, donde la mujer se sienta poco observada, luz tenue o sin reflectores, temperatura cálida y compañía especial que le dé seguridad, sea la pareja, la madre, una amiga intima. Un entorno hostil o alguien que no “vibre” con ella, perturbarían, vía sistema límbico (emociones) hipófisis, el flujo de hormonas como la oxitocina, bloqueando la actividad uterina efectiva, con los consecuentes partos más largos. Compañía y ambiente agradable y el mismo dolor, estimulan opiáceos naturales, endorfinas que disminuyen la percepción del dolor y brindan una sensación de bienestar. El pico más alto de éstas dos hormonas en la sangre, que no se vuelve a dar en toda la vida, es inmediatamente después del nacimiento, creando la química que acompaña la sensación de éxtasis, de logro, asegura el apego y la vinculación madre-bebé, la primera experiencia de afecto y contacto íntimo, la bienvenida amorosa, sin prisas, permanecer ahí, respetando los ritmos del nacimiento, sin cortar el cordón umbilical hasta que deje de latir asegura un 25% más de aporte sanguíneo y evita la sensación de vacío y la llamada angustia o trauma del nacimiento.

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