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Y tú ¿cómo educas?

El estilo que adoptamos con nuestros hijos contribuye de diferentes maneras en su desarrollo y en la adquisición de los diferentes hábitos. Sin darnos cuenta, la mayoría de las veces repetimos los patrones que nuestros padres han utilizado con nosotros. Aquella frase que tu madre te repetía sin parar y que tanto te molestaba, posiblemente la has utilizado para decir a tu hijo que recoja o que se lo coma todo. ¿Por qué ocurre esto? Pues porque no conocemos otro modo de educar. A veces tenemos muy claro lo que queremos, pero no sabemos cómo llevarlo a cabo y terminamos recurriendo a los castigos de siempre. Por otro lado, el estrés al que estamos sometidos no contribuye demasiado a nuestra vida familiar. La mayoría de las veces estamos demasiado cansados para imponernos, tenemos demasiadas cosas que hacer como para estar pendientes de lo que los niños hacen o recibimos demasiadas presiones del exterior para que nuestra familia sea de una determinada manera o tenga un montón de cosas, por lo que nos resulta realmente complicado que en casa se pueda funcionar de una manera relajada. Nuestra forma de ser, el aprendizaje que hemos tenido y nuestra situación familiar pueden dar origen a diferentes modos de educar a nuestros hijos. A continuación encontrarás cuatro de los estilos educativos más representativos. Intenta descubrir qué aspectos utilizas tú en tu labor como padre/madre: 

• Estilo autoritario. «Las cosas se hacen porque lo digo yo». En este caso existen normas muy claras y consecuencias muy dañinas si no se cumplen. 
La agresión verbal o física suelen estar presentes en este estilo y el niño aprende a hacer caso a aquella persona que impone la autoridad, pero no aprende a realizar las conductas adecuadas.

Si actúas siempre de forma autoritaria, tu hijo no aprenderá a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, porque todo depende de tu criterio. Es posible que crezca con miedo y con falta de iniciativa.

• Estilo permisivo. «Haz lo que quieras, me da igual». En este caso no hay normas, aquí todo vale. Da igual a qué hora se coma o lo que se coma, si hay que jugar de una determinada manera, si se puede poner la tele cuando uno quiera... Lo importante es que no se moleste. El niño que vive este estilo parental no tiene límites porque está acostumbrado a hacer lo que le parece.

Si actúas siempre de forma permisiva, tu hijo aprenderá rápidamente que puede hacer lo que le viene en gana y no atenderá a razones ni a normas cuando trates de imponérselas. Posiblemente se convierta en una persona poco responsable, evitará el esfuerzo y será bastante infantil.

• Estilo sobreprotector. «No hagas eso que puedes hacerte daño». Cuando adoptamos este estilo optamos por proteger a nuestro hijo impidiendo que realice cosas que podría hacer por sí mismo. Nos encargamos de vestirle o de ducharle, porque, según nosotros, él no sabe. Pero también hacemos lo posible para que no llore, no se disguste o no le vayan las cosas mal. El niño en ambiente sobreprotector espera que se lo den todo hecho y difícilmente puede afrontar las diferentes situaciones de la vida diaria por sí solo. Siempre necesita que haya un adulto cerca. 

Si con frecuencia actúas de forma sobreprotectora, tu hijo no aprenderá a hacer nada por sí solo, dependerá siempre de ti. A estas edades, lo más probable es que tu hijo crezca rodeado de miedo e inseguridades. Más adelante puede rebelarse contra todo aquello que tú consideras adecuado.

• Estilo democrático. «Voy a enseñarte a que te desenvuelvas por ti mismo». Bajo esta forma de entender la educación el padre o la madre saben que pueden contribuir a que su hijo se desarrolle plenamente y para ello son necesarios unas normas, límites y rutinas que le ayuden a organizarse y le permitan ser cada vez más autó- nomo. El niño aprende lo que tiene que hacer porque le han enseñado a hacerlo. 

Si actúas de forma democrática, tu hijo sabrá distinguir las conductas adecuadas de las que no lo son, independientemente de que le premies o castigues por ello. En general, será una persona segura de sí misma, con capacidad para opinar y tomar decisiones. 

Ninguno de estos estilos suele darse en estilo puro. A veces educamos de forma autoritaria, otras permisiva... Y en ocasiones encontramos en un mismo hogar diferentes modos de tratar a los niños. Estas situaciones pueden generar bastante confusión pues no damos la posibilidad de que el niño aprenda a qué debe atenerse. Algunos padres admiten que su estilo autoritario está reforzado porque les da buen resultado. Han descubierto que un grito a tiempo consigue que sus hijos se estén quietos. Otros padres dicen que ya no pueden más, que se sienten demasiado cansados para poder ejercer algún tipo de influencia sobre sus hijos y que por eso optan por el estilo permisivo. En otras familias la situación de sus hijos, por ejemplo haber vivido una larga enfermedad, les ha «obligado» a sobreprotegerle. 
Las consecuencias negativas de los tres primeros estilos educativos son muy evidentes. No se trata de tirarse de los pelos si te has sentido identificado/a con alguno de ellos, sino de reconocer las implicaciones que en la educación de tus hijos tiene el hecho de que optes por ser autoritario, permisivo o sobreprotector. Sobre todo porque queremos mantener relaciones adecuadas con nuestros hijos y que éstos logren la autonomía que necesitan para sentirse seguros y felices. A lo largo de estas páginas encontrarás pistas y estrategias que te ayudarán a fortalecer el estilo democrático, con el cual podrás empezar a vivir la relación con tu hijo de una manera más relajada. El objetivo es dejar de ser la persona que controla el comportamiento del niño, para convertirnos en su entrenador, en alguien que le ayuda a fortalecer las habilidades que necesita para desenvolverse sin problemas en la vida y todo ello desde el cariño y el respeto mutuo.

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