En el momento en que nacemos todo lo que nos rodea es un mundo nuevo a
explorar.
Poco a poco vamos reconociendo a las personas más significativas de nuestro
entorno y adquiriendo una serie de comportamientos ligados a las acciones cotidianas.
A través de las rutinas el niño empieza a entender cómo se va organizando
su vida y eso le permite controlar su conducta y sentirse cada vez más seguro.
Si el niño sabe lo que «le toca hacer» en cada momento es mucho más fácil conseguir
que lo acepte de buen grado que si cada día se le pide hacer algo diferente, en
un orden totalmente arbitrario o sujeto a los cambios en las preferencias de los adultos.
Por eso nos esforzamos en poner normas que, en principio, no son más que
una forma de recoger la vida cotidiana. Las normas básicas están relacionadas con
los hábitos de comida, higiene y sueño. Así, con los bebés nos esforzamos para que
coman, se bañen y duerman en un momento determinado. Esa rutina se adquiere a
través de la repetición y habrás observado cómo el niño se altera o cambia de humor
cuando este horario sufre modificaciones.
A medida que el niño crece y sobre todo con la adquisición del lenguaje (a partir
de los 18 meses), las normas se van haciendo más complejas y empiezan a incluir
otro tipo de acciones que nuevamente se incluyen dentro de las rutinas cotidianas.
Poco a poco también añadimos normas relacionadas con la convivencia y así le pedimos que no grite o que pida las cosas «por favor». Y a medida que va creciendo, tu
hijo irá «reclamando» su participación en la elaboración de las normas, descubriendo
así su utilidad y la posibilidad de ir tomando decisiones.
• Recuerda que la única manera que tenemos de conseguir que los niños aprendan
qué conductas son adecuadas y cuáles no es habituándoles a una secuencia de
actividades que se repiten día a día y haciéndoles ver que tanto cumplir con ellas como
no implica unas consecuencias.
En resumen, podemos hablar de distintos tipos de normas:
• Normas relacionadas con los hábitos y rutinas. Es hora de levantarse, de
comer, de ver la tele... Este tipo de normas se estructuran con la repetición diaria.
Si el niño sabe lo que tiene que hacer, le costará mucho menos realizarlo. Los más
pequeños asumirán con naturalidad que ahora les toca bañarse o comer.
• Normas relacionadas con la convivencia y límites. Son del tipo: debemos hablar
sin gritar, no se pega, las cosas se piden por favor, no se toca...
Se trata de
normas que vamos transmitiendo a nuestros hijos normalmente a través del lenguaje,
aunque no tenemos que esperar a que ellos hablen para que las vayan escuchando.
Los niños, desde bien pequeños, aprenden el significado del «no» y entienden
que el adulto les avisa de una prohibición o de un peligro.
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