Las ventajas inmunológicas son bien conocidas hasta los primeros
6 meses de vida, pero la protección frente a muchos patógenos se
alarga hasta los 2 años y medio.
La protección contra las enfermedades
se clasifica de la siguiente manera:
a) Enfermedades gastrointestinales. Se han identificado componentes
de la leche materna que confieren protección contra
patógenos específicos del intestino como Rotavirus, C. jejuni,
C. diffícile, G. lamblia, S. tiphymurium, especies de Escherichia,
Shigella y V. cholerae.
b) Enfermedades respiratorias y otitis media. La LME protege contra
las infecciones de las vías respiratorias altas, principalmente
la otitis media. En varios estudios se ha demostrado también
que la frecuencia y gravedad de las infecciones de las vías respiratorias
bajas como la neumonía, bronquitis y bronquiolitis disminuye
en los lactantes alimentados con leche humana.
c) Otras infecciones. La leche humana protege contra la enterocolitis
necrosante en lactantes de pretérmino y contra la bacteriemia
y meningitis causada por H. influenza tipo B.
d) Disminución de la inflamación. La leche materna protege al lactante
y a la glándula mamaria contra agentes patógenos, sin
producir efectos inflamatorios.
e) Estimulación de la inmunidad. Hay evidencias epidemiológicas
y experimentales de que la leche materna afecta la inmunomodulación
a largo plazo y los lactantes corren menor riesgo de
padecer enfermedades alérgicas, trastornos digestivos crónicos,
Diabetes mellitus tipo 1, enfermedad de Crohn y linfoma.
Además, las concentraciones de anticuerpos neutralizantes
para el polisacárido Hib, la vacuna del poliovirus oral y el toxoide
de la difteria, en respuesta a las vacunas aplicadas en la
infancia, son más altas en los bebés alimentados con leche
materna.
La leche humana se adapta a las necesidades nutricionales del
lactante, contiene lípidos que representan su principal fuente
de energía, ya que le proporcionan triglicéridos, que son ácidos
grasos esenciales imprescindibles para el crecimiento y desarrollo
del cerebro, retina y los centros auditivos y que además
cumplen con funciones estructurales de la membrana celular y
síntesis de prostaglandinas.
La lactosa es el principal hidrato de carbono, necesario para
el crecimiento y desarrollo del sistema nervioso central (SNC).
De igual forma, las proteínas proporcionan aminoácidos esenciales,
que favorecen el desarrollo de este mismo sistema. Por
otra parte, la LME promueve un mejor desarrollo motor infantil.
La vitamina A asegura el crecimiento, desarrollo y modulación
de los huesos y cartílago, la vitamina E incrementa la producción
de inmunoglobulinas, favorece la función normal de linfocitos
T y tiene actividad antioxidante que estabiliza la membrana
celular, la vitamina D controla la absorción y homeostasis del
calcio. La vitamina C tiene diversas funciones, como el sintetizar
colágeno y glucosaminoglucanos que constituyen el tejido
conectivo y carnitina necesaria para la formación de catecolaminas;
también participa en el desarrollo y funcionamiento del
SNC, permite la eliminación de fármacos y tóxicos por el hígado
y actúa en el sistema inmunitario. Las vitaminas del complejo
B funcionan con carácter coenzimático en el metabolismo. La
cantidad de agua de la leche materna es del 87%, por lo que
el bebé amamantado no necesita agua complementaria, tiene
menos sobrecarga renal y un menor riesgo de deshidratación.
El bebé puede digerir la leche materna fácilmente, porque la caseína
forma cuajos de consistencia blanda en el estómago y se
asimila más rápido, además la presencia de lactosa en todo el
intestino delgado favorece el tránsito intestinal, con deposiciones
más líquidas y ácidas, que contienen cuerpos reductores
que evitan el estreñimiento y la dermatitis del pañal.
Debido a las prostaglandinas que estimulan la motilidad intestinal, la
frecuencia de vómito, diarrea, regurgitaciones y reflujo es baja. Las
proteínas homólogas disminuyen la posibilidad de reacciones alérgicas
como el asma, eccema y eritema, ya que el bebé no se expone
a antígenos alimentarios extraños. Siempre está disponible a
la temperatura y consistencia adecuadas, lo que favorece una mejor
tolerancia. Si se continúa el amamantamiento en presencia de diarrea
mejora la consistencia y disminuye el número de evacuaciones. Durante
la succión del pecho, los músculos de la mandíbula del niño se
ejercitan, lo que fomenta el desarrollo de una mandíbula bien formada
con dientes rectos.
El vínculo que se establece en la LME, le brinda al bebé una sensación
de bienestar y seguridad, lo que constituye la primera experiencia
social de su vida, de esta manera le potencializa una autoestima
adecuada y una inteligencia emocional para toda la vida,
así como la atención y protección materna.
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