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El lenguaje que utilizamos con nuestros hijos.

Los niños desde muy pequeños, prácticamente desde que nacen, son capaces de entender muchas de las cosas que quieres transmitirles. Para ellos, las palabras todavía no tienen sentido, pero sí lo tiene la manera en que les coges, les acunas o les hablas.
El tono de voz, la tensión de tus músculos, la expresión de tu cara... les dice mucho sobre ti y lo que te pasa. A los educadores nos toca aprender a utilizar todo este lenguaje no verbal para enseñar a los niños lo que queremos que aprendan.
Es esencial que a través de nuestro propio comportamiento transmitamos tranquilidad y confianza y logremos dar pistas sobre lo que deseamos conseguir; para ello:
• No vayas corriendo de un lado para otro buscando cosas o intentando resolver un montón de situaciones a la vez. El orden y las rutinas de las que hablamos en las anteriores páginas te permitirán disfrutar de la tranquilidad necesaria para poder educar otros aspectos.
• Intenta que todo tu cuerpo manifieste que controlas la situación. Los niños son muy sensibles a cualquier cambio de tu cuerpo, aunque tú no lo notes. Si te agobias porque llegáis tarde y le coges con más fuerza, si resoplas porque otra vez ha desobedecido, si le levantas la mano como si fueras a pegarle cuando se le cae el tenedor por cuarta vez... estás demostrándole a tu hijo que todo esto se escapa de tu control. En aquellas situaciones en las que más prisa tienes o más agobiado te encuentras, los niños se muestran mucho menos colaboradores. ¿Existirá alguna relación?
Sorprendentemente la calma les hace sentir tranquilos y eso contribuye a que todo vaya mucho mejor.
• Utiliza tu mirada. La mirada es uno de los componentes del lenguaje no verbal que más rápidamente aprenden los niños. Mirarles es darles atención y esto es algo que buscan continuamente. Fíjate en algunos ejemplos:
— Cuando los niños conocen la norma y sus consecuencias, suele bastar con mirarles de una forma determinada para recordársela.
— Si acompañas tu mirada con una sonrisa, tu hijo entenderá que está haciendo algo adecuado y tenderá a repetirlo.
— Si le retiras la mirada, le estás haciendo ver que su comportamiento es inadecuado y que debe cambiarlo para recuperar tu atención.
• Cuida tu tono de voz. A través de la voz podemos dar a conocer no sólo lo que queremos que el otro haga, sino nuestro estado de ánimo o las consecuencias de su acción. Intenta que tu voz transmita tranquilidad. Está demostrado que los gritos continuos, además de alterarnos y ponernos nerviosos, no funcionan para atraer la atención. Busca tu tono de voz, ese con el que te encuentras a gusto y que va con tu
forma de ser. Ése será el tono que tus hijos considerarán normal en ti y aprende a modularlo para diferenciar entre situaciones. Algunos padres, cuando están enfadados, hablan a sus hijos un poco más bajo de lo habitual. Pero, además de la intensidad de tu voz, hay otro componente importante. Se trata de la firmeza con la que dices las cosas. Tus hijos esperan de ti que resuelvas las situaciones, que les digas lo que tienen
que hacer... y por eso necesitan un tono firme, seguro, que no se ande por las ramas
ni con ambigüedades.
Un tono firme no es un grito, sino una expresión sencilla y clara de lo que deseas. Es una norma que se repite. Ese tono suele ir acompañado de una mirada directa y tranquila que deja claro al niño que por ahí no se va.
Ensaya tu tono delante de un espejo o con alguien que te pueda dar pistas sobre cómo mejorarlo. Empieza practicando con las normas que quieres instalar en tu hogar: «cuando hayas recogido veremos un poco la tele» o «después de cenar nos lavamos los dientes».
Te sorprenderá lo eficaz que llega a ser ese tono tranquilo y firme. Estamos sentando las bases de una comunicación eficaz.
• Sonríe a menudo. La mayoría de las veces actuamos con un rostro inexpresivo que sólo cambia cuando nos enfadamos con nuestros hijos. Funcionamos como autómatas persiguiendo que se cumplan las normas y ya está. Pero al hacerlo nos estamos olvidando del enorme poder que tiene la sonrisa. Al sonreír le transmitimos al niño la confianza que necesita para seguir adelante, para intentarlo de nuevo.
Además, nos hace cómplices de nuestro hijo y le estamos transmitiendo emociones positivas fundamentales en nuestra relación. Sonreír, sugerirle que ceda, iniciar un contacto físico en tono lúdico... son armas poderosas para acercarnos a nuestro hijo y superar situaciones de tensión.
• Recuerda: la forma de hablar es fundamental para que los niños obedezcan. Ve introduciendo pequeños cambios que te permitan sentirte más dueño de tu propia voz.
El lenguaje también es lo que decimos. Desde el momento en que el niño nace recibe una enorme cantidad de mensajes que le hablan de sí mismo, de los demás, de lo que debe hacer, de lo que está sintiendo... La mayoría de los mensajes los recibe de sus padres y educadores, pues es con ellos con los que pasa más tiempo.
Aunque parezca que no nos entiende, lo cierto es que nuestras palabras van calando en nuestro hijo creando los cimientos sobre los que se construye su forma de pensar, de sentir, de expresarse...
Los mensajes positivos, cargados de cariño, respeto y comprensión, facilitarán una personalidad confiada y madura; mientras que los mensajes negativos, que hieren o menosprecian, contribuyen a crear personalidades débiles, dependientes, etc.
Piensa en cómo te sentirías si recibieras continuamente mensajes como los siguientes:
— «Eres un desastre, un irresponsable y un desordenado».
— «No sabes hacer otra cosa que molestar e incomodar».
— «Me tienes harta: ¡déjame en paz y lárgate de aquí!».
— «Eres un mentiroso y un hipócrita».
— «Ya no me importas, no te quiero».
— «Deberías tomar buen ejemplo de tu hermano».
— «Cada día que pasa te portas peor».
— «No aprendes nunca, jamás conseguirás superar tu problema».
— «¿Es que no sabes estarte quieto, callado, etc.?».
— «¡Apártate de mi vista!».
— «Tú sigue así y nadie te querrá ni lograrás hacer amigos».
Posiblemente no muy bien. Los niños que únicamente reciben mensajes de este tipo terminan pensando que son un estorbo. Seguramente no se sentirán queridos ni valorados y su comportamiento, en lugar de mejorar, será cada día peor.
No tiene sentido educar cuando con los mensajes:
• Intentas hacer daño a tu hijo. No es cierto que para aprender haya que sufrir. Por lo tanto, es imprescindible que eliminemos los insultos.
• Le amenazas con retirarle tu cariño. ¿Qué persigues con eso? Es cierto que lo dices sin pensar y que no vas a cumplirlo, pero para tu hijo eres lo más importante y le duele que le hables así (si se lo repites muchas veces, dejará de afectarle). No le chantajees con los sentimientos. Recuerda que si tú lo haces, él aprenderá a hacerlo.
• Le tratas como un estorbo. Tu hijo es una persona valiosa. Aunque en este momento te esté persiguiendo por toda la casa para que juegues con él y tú tengas que dedicarte a otras cosas, no se merece que le trates como a un pañuelo de usar y tirar.
• Estamos comparándole con otras personas. Recuerda que las comparaciones son siempre odiosas, y más cuando en ellas salimos siempre perdiendo.

Solucionando conflictos con tus hijos.

El conflicto y las dificultades del día a día forman parte de la educación. No podemos olvidar que cuando educamos estamos ante un ser humano con sus propios intereses y necesidades. Tu hijo quiere jugar y tú que se duche; tu hijo quiere ver un poco más la tele y tú, que se acueste. Cada una de las partes implicadas persigue objetivos diferentes, y puesto que somos los adultos quienes controlamos la situación, deberemos intentar que cada vez que se acerquen a aquello que deseamos conseguir les sea beneficioso.
En todo este proceso es fundamental que no vivas el conflicto como una lucha armada contra tu hijo. No se trata de ver quién gana o quién puede más, pues a rabietas es posible que nadie venza a tu hijo. Cuando pretendemos que el otro haga lo que nosotros queremos a toda costa, lo más probable es que utilicemos cualquier método para conseguirlo como gritar o agredir, y eso no es bueno para nuestro hijo ni para la relación que queremos establecer con él.
Ten en cuenta que el conflicto es lo que nos permite encontrar soluciones y madurar.
En muchas ocasiones no es fácil aceptar que nuestro hijo se oponga, pues a veces lo vivimos como un desafío a nuestra autoridad. Relájate; la mayoría de las veces dice que NO como un juego, para ver qué pasa. No lo vivas como una forma de enfrentarse a ti.
Tu hijo no siempre va a obedecer a la primera; le llevará un tiempo aprender a obedecer en función de las consecuencias que tengan sus acciones. Si él te dice que NO y a ti te hace gracia, seguirá negándose a hacer lo que le pides. Y si te pones a su nivel, exigiéndole a toda costa que obedezca, lo más probable es que te encuentres con una persona mucho más cabezota que tú, que se mantendrá en sus trece hasta que tú cedas. Por eso es importante aprender a aceptar la negación de nuestro hijo (no significa dejarle hacer lo que quiera) y no vivirlo como una derrota personal.
Carece totalmente de sentido (y no es eficaz) correr detrás de él para que se siente a la mesa o arrastrarle para que se meta en el baño. Tu hijo aprenderá que las órdenes son un juego de perseguir y, normalmente, ellos juegan mejor.
En algunas familias se ha entrado en la dinámica de utilizar la fuerza física para que el niño obedezca. En cuanto se da una orden («es hora de bañarse», por ejemplo) el niño empieza a correr por toda la casa, riéndose a carcajada limpia (para él es un juego) y el padre empieza a correr detrás de él para atraparle, cada vez más enfadado.
Al final entramos en la provocación del niño, convertimos las órdenes en una lucha y eso no es educar.
Ten en cuenta que la fuerza física se agota y aunque es cierto que, en ocasiones, no queda más remedio que coger al niño para evitar situaciones peligrosas, debemos intentar utilizar estrategias que enseñen al niño a obedecer sin necesidad de que tengamos que forcejear con él para quitarle la ropa o atraparle en mitad del
pasillo para meterle en la bañera. Podemos enseñarles a comportarse de otra manera con estrategias más positivas y eficaces.
• Recuerda que todo lo que hagas, digas y compartas con tu hijo debe estar lleno de afecto. Una norma expresada con autoridad puede también ir llena de afecto. Dile que le quieres, abrázale, bésale...

Enseñar normas, ¿Qué hacer cuando tenemos hijos de diferentes edades?

Las normas básicas pueden y deben ser comunes. Está claro que no todos los hijos se deben acostar a la misma hora, pero tus hijos pueden aprender que la norma no es la hora en sí, sino que cada uno tiene un momento para irse a la cama.
Las normas de respeto hacia las personas y las cosas son para todos, así como aquellas dirigidas a cumplir con las responsabilidades de cada uno. Es conveniente que cada uno sepa que debe contribuir con algo para que la casa funcione bien. A veces conviene ponerlo por escrito en un lugar visible para todos: ¿de qué se
ocupa papá o mamá o el hermano mayor? Cada uno tendrá tareas en función de su edad y de sus capacidades.
¿Cómo y cuándo poner las normas?
Los límites y las rutinas deben estar presentes en nuestro hogar desde que el niño nace. Las necesidades básicas del bebé van estructurando una serie de acciones que se repiten en el día a día.
A medida que va adquiriendo nuevos comportamientos nos vamos dando cuenta de que es necesario ir poniendo límites. Así, por ejemplo, cuando empieza a desplazarse y empezamos a quitar todo lo que se le puede caer encima, también le vamos avisando del peligro y haciéndole ver que hay cosas que no puede tocar.
En ocasiones lo que ocurre es que nos parece haber llegado a una situación insostenible donde todo es un caos. La casa está totalmente desordenada, los niños se comportan de manera totalmente incontrolada, cualquier incidente nos desborda... en una palabra: no podemos más. Pues bien, incluso en estos casos, es posible recuperar o instalar unas normas.
Para hacerlo, dedica un tiempo a pensar qué es lo que quieres conseguir. No vale decir que deseas que los niños se porten bien; debes ser más específico y marcar objetivos que se puedan observar fácilmente: no vamos a gritar, no vamos a tirar las cosas, te vas a bañar solo, etc. Se trata de que marques claramente la norma, que todo el mundo sepa de qué estamos hablando.
• Recuerda que también es importante que no sean muchas. Elige aquellas que para ti son más importantes y empieza por ellas. Ya habrá tiempo de elegir otras.
Y aunque tu casa te parezca un desastre, confía en que las cosas pueden empezar a ser diferentes.


¿Quién pone las normas?

Las normas las pone el adulto. Tú eres quien sabe lo que quieres enseñar a tu hijo, aunque a veces te surjan dudas sobre el modo de conseguirlo.
La mayoría de las veces hemos tenido poco tiempo para pensar sobre todo esto.
Por eso, antes de precipitarse, es conveniente reflexionar sobre lo que deseamos conseguir.
Para ello:
• Valora lo que has recibido de tu educación y utiliza aquello que te ha sido útil. Recuerda la manera en la que tus padres te educaron y rescata lo que te ha ayudado a sentirte bien y a confiar en ti mismo. A lo mejor te ayudó que tus padres te enseñaran a cuidar los juguetes o a no conseguir todo aquello que pedías. También piensa en aquello que consideres que se podía haber hecho de una manera diferente para no repetirlo con tus hijos.
• Utiliza otros modelos. A lo largo de tu vida habrás encontrado otros estilos educativos (observando a otros padres, experiencia con maestros, etc.). Sírvete de lo que has visto para aplicarlo a tu forma de educar.
• Intenta tener claros los valores que deseas transmitir. Si por ejemplo para ti la sinceridad y el respeto son importantes, dales cabida en tus normas.
• Lee e infórmate. Existen estrategias y técnicas específicas que nos ayudan a acercarnos a los niños para participar en su proceso educativo.
En la elaboración de las normas es imprescindible que haya consenso entre los
adultos que educan al niño. Para lograrlo es necesario hablar con las personas implicadas,
intentando encontrar lo que realmente es mejor para el menor. Si a tu hijo
lo cuidan abuelos u otras personas, comunícales cuáles son las normas y qué vais a
hacer cuando se cumplan y cuando no.
Habla con tu pareja sobre lo que consideráis importante en la educación de vuestro hijo y estableced la manera de conseguirlo. No se trata de imponer nuestra forma de entender las cosas. Cada uno de vosotros ha sido educado en un contexto diferente y posiblemente hayáis vivido situaciones distintas. Intentad llegar a
un consenso.
A veces ayuda hablar con otras personas (padres, profesores, psicólogos, etc.) pues nos dan pistas sobre la manera de abordar determinadas situaciones. Es cierto que sólo si estamos convencidos de que pueden ser útiles podremos asumir los consejos y orientaciones de los demás, por lo que es importante mantener una actitud abierta y reconocer que existen otros puntos de vista y maneras de hacer las cosas.
Cuando hayáis decidido las normas que queréis que regulen vuestra familia, deberéis hacer lo posible para mantenerlas. Es importante que las personas implicadas en la educación del niño sean constantes en la aplicación de las normas y así evitar que el niño reciba mensajes contradictorios.
Aunque cada familia pone las suyas, está claro que existe una serie de normas imprescindibles para garantizar la convivencia y un adecuado desarrollo de los niños.
Son normas esenciales:
• Las que respetan sus necesidades básicas: horas de comer y de ir a la cama,
fundamentalmente.
• Las que le enseñan a respetar a los demás y a las cosas: no se insulta, ni
se grita, ni se pega; no se tiran las cosas ni se rompen los juguetes...
• Las que permiten un adecuado desarrollo de su autonomía: dejamos que
los niños hagan solos lo que pueden hacer por sí mismos.

Diez pistas para tener en cuenta al educar a tus hijos.

Seguir estas simples recomendaciones harán que den un salto de calidad en la educación de tus hijos.

• Mira a tu alrededor. Pararse a ver lo que sucede es el primer paso para iniciar cualquier cambio.
• Ten en cuenta el momento evolutivo de tu hijo: te dará pistas para favorecer su crecimiento.
• Acepta a tu hijo tal y como es, no le compares con nadie. Demuéstrale que le quieres porque desde ahí es mucho más fácil educar.
• No te olvides del horario; saber en cada momento lo que hay que hacer os ayudará a todos.
• Organiza la casa de manera que cada cosa tenga su lugar. Eso os permitirá ahorrar mucho tiempo y esfuerzo.
• Cuida la relación con tu hijo y aprende a disfrutar con él.
• Favorece la comunicación entre todos los miembros de la familia. Los demás no saben lo que piensas si no se lo dices.
• Evita la sobreprotección, el autoritarismo o la falta de disciplina; no son la mejor manera de educar.
• No dudes en reflexionar continuamente sobre tu forma de educar; eso te permitirá resolver las dificultades con más seguridad.
• Siéntete orgulloso de la identidad de tu familia. No hay dos familias iguales y lo importante es que cada una vaya eligiendo lo que desea ser.



Solución para eliminar estrías.

Nuestros hijos y la autonomía.

Los principales logros que vamos a observar en nuestros hijos están relacionados con el desarrollo de su autonomía, en cómo comprenden el mundo que les rodea y en la forma de actuar en él. El niño pequeño que necesita del adulto para alimentarse, comer y salir a pasear se convierte en un adolescente que puede cuidar
de sí mismo y relacionarse con los demás sin problemas.
A lo largo de la infancia el niño adquiere, además, la capacidad para controlar su propia conducta en función de los puntos de referencia que ha ido teniendo. Sus capacidades cognitivas, motoras y afectivas se transforman permitiéndole configurar su forma de pensar, actuar y sentir.
Hasta los 2 años los cambios más relevantes están relacionados con sus movimientos.
 MAMI, ¿Quieres adelgazar?La forma de moverse se perfecciona y cada vez es más capaz de realizar tareas que requieren una mayor precisión. Con la aparición del lenguaje surgen nuevas potencialidades que le permiten procesar lo que escucha y expresarse.
Entre los 2 y los 6 años nos encontramos en un momento importante para el desarrollo del autocontrol y la autonomía.
El niño puede pensar sobre lo que le sucede, establecer relaciones entre su comportamiento y las consecuencias que recibe.
Adquiere los hábitos básicos que le permiten vestirse, asearse, comer... sin la constante ayuda del adulto. En estos momentos las normas se convierten en puntos esenciales para su desarrollo.
A partir de los 6 años los cambios en el pensamiento son los más significativos.
Poco a poco podrá realizar operaciones más complejas, separándose de la percepción inmediata para integrar el conocimiento y su propia experiencia. Mejoran en su capacidad para adoptar otros puntos de vista, organizar diferentes contenidos, razonar, planificar y resolver problemas.
A continuación encontrarás algunos de los cambios que se producen durante la infancia. Ten en cuenta que aunque podemos hablar de unas características comunes, lo cierto es que cada niño lleva su propio ritmo y es esencial que se respete si queremos contribuir en su proceso de maduración.

¿Por qué mi hijo no me hace caso?

Educar es un proceso costoso. Muchos padres admiten sentirse cansados y absorbidos y eso no significa que lo estén haciendo mal o que sean unos malos padres.
Los niños demandan mucha atención, necesitan miles de cuidados, avanzan a un ritmo
asombroso... Y no siempre sabemos qué hacer en cada momento.
La sociedad en la que vivimos tampoco nos lo pone demasiado fácil (quizá nunca lo ha sido). Son muchas las obligaciones y las dificultades, y el ritmo actual es demasiado rápido. Todo son prisas, hay demasiadas cosas que hacer y los cambios son tan frenéticos que apenas nos da tiempo a acostumbrarnos.
Quizá por eso nos volvemos impacientes y pretendemos que los niños hagan las cosas a la primera, incluido obedecer.
Pero es que todo lleva su tiempo. El bebé se encuentra ante un sinfín de posibilidades de crecimiento y aunque nace con un temperamento propio lo cierto es que el ambiente en que se desenvuelva será determinante a la hora de configurar su personalidad.
Los niños aprenden durante sus primeros años de vida muchas cosas. En un par de años son capaces de desplazarse, de hablar, de interactuar con los demás...
y cada vez con menos ayuda de los adultos. Y es que educar es, fundamentalmente, guiar hacia la autonomía. Como padres somos responsables de ayudar a nuestros hijos a que aprendan a desenvolverse por sí mismos y que lo hagan en un contexto de respeto hacia los demás y las cosas que los rodean.
En ese proceso hacia la autonomía contamos con una ventaja indiscutible: los niños quieren. Ellos desean hacer las cosas solos y se sienten felices cuando realizan tareas que hasta ese momento les parecían imposibles. Se van a sentir muy contentos al escuchar sus primeras palabras, al dar sus primeros pasos, al lavarse solos el pelo, al hacer un recado fuera de casa... Si el entorno está atento a estos cambios le
hará ver lo importantes que son, y el niño irá creciendo con confianza en sí mismo.
Porque también es nuestro objetivo que se sientan a gusto, que sean capaces de disfrutar de la vida y de todo lo que hagan.
Los niños no vienen con manual de instrucciones, pero podemos irlo creando.
A partir de la experiencia de muchas familias y de los estudios que en Psicología y Pedagogía se han realizado podemos establecer una serie de claves y estrategias que contribuyen a que la tarea de educar sea un poco más sencilla.


¿Qué es la diabetes gestacional?

La diabetes gestacional es un tipo de diabetes que afecta a las mujeres durante el embarazo. Si usted tiene diabetes, su cuerpo no puede utilizar los azúcares y almidones (carbohidratos) que toma de los alimentos para producir energía. Debido a esto, su cuerpo acumula azúcar adicional en la sangre. No conocemos todas las causas de la diabetes gestacional. Algunas mujeres con esta enfermedad, aunque no todas, tienen sobrepeso antes de quedar embarazadas o antecedentes familiares de diabetes. Entre 1 de cada 50 y 1 de cada 20 mujeres embarazadas presenta diabetes gestacional. Esta enfermedad ocurre con más frecuencia en mujeres hispanas, negras, asiáticas, indoamericanas y nativas de Alaska, aunque también ocurre en las mujeres blancas.

Pero seguramente lo que más les preocupa a las mamás es si su diabetes puede afectar a su bebe, si la diabetes gestacional no se controla, puede que su bebé:
 • Sea muy grande (pese más de 9 libras), lo que puede ocasionar problemas durante el parto. Un bebé grande que nace por parto vaginal puede sufrir daños en los nervios de los hombros, romperse la clavícula o, con menos frecuencia, sufrir daños cerebrales debido a la falta de oxígeno.
 • Sufra cambios rápidos en los niveles de azúcar en la sangre después de su nacimiento. El médico le hará seguimiento a su bebé para observar si presenta niveles bajos de azúcar en la sangre y le dará tratamiento de ser necesario.
 • Tenga más probabilidad de ser obeso o tener sobrepeso durante la infancia o adolescencia. La obesidad puede ocasionar diabetes tipo 2.

Si la diabetes gestacional no se controla, puede que usted: 
• Tenga complicaciones durante el parto.
• Dé a luz un bebé muy grande y tengan que hacerle una cesárea (una operación para sacar al bebé a través del abdomen). 
• Necesite más tiempo para recuperarse del parto si el bebé nació por cesárea. 
• Las mujeres con diabetes gestacional también pueden sufrir de preeclampsia. 
• Algunas veces, la diabetes no desaparece después del parto o regresa tiempo después del embarazo. Si esto ocurre, entonces se llama diabetes tipo 2. 

✓  Asegúrese de pedirle al médico que le haga una prueba de diabetes después del parto y nuevamente a las 6 semanas de haber dado a luz. 
✓ Siga consumiendo alimentos saludables y ejercitándose regularmente.
✓ Vaya a sus consultas de rutina y pídale a su médico que le haga la prueba de azúcar en la sangre cada 1 a 3 años. 
✓ Dígale a su médico si planea tener más hijos antes de su próximo embarazo.
 ✓ Vigile su peso. Usted debe volver al peso que tenía antes de quedar embarazada entre 6 y 12 meses después del nacimiento de su bebé. Si todavía, tiene peso de más trate de perder entre 5% y 7% (por ejemplo, 10 a 14 libras si pesa 200 libras) de su peso corporal. 
✓ Planee perder peso lentamente para que no lo recupere. Comer alimentos saludables, perder peso y hacer ejercicio con regularidad pueden ayudar a retrasar o prevenir la diabetes tipo 2 en el futuro. 

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Las madres después del parto, y ahora ¿Qué hago con la celulitis?

Usted seguramente estará esperando que sus pechos crezcan. Además, ya sabe todo acerca del descontrol hormonal que trae aparejado el embarazo. Y las náuseas matinales no la habrán sorprendido en lo absoluto. Pero nadie le ha dicho nada acerca de la celulitis adicional que aparece durante el transcurso del embarazo. Habrá algunas cosas con las que deberá y podrá lidiar durante su embarazo, así como también habrá otras de las que no podrá ocuparse. Si usted es como la mayoría de las mujeres; la celulitis estará en su lista de "cosas contra las que no podrá luchar sin ayuda extra".

Requesón y Hoyuelos
Aunque muchas personas prefieran referirse a la celulitis utilizando un nombre positivo o divertido, como por ejemplo "hoyuelos de grasa", usted sabe que la celulitis no es nada agradable. A pesar de ser algo sumamente desagradable, la apariencia de piel poceada en la parte trasera de sus muslos, en sus caderas y en sus nalgas es algo sumamente normal que padecen la mayor parte de las mujeres. Pero, ¿qué es la celulitis?. Básicamente, la celulitis puede taducirse como una acumulación de depósitos de grasa. Cuando usted aumenta de peso (tal y como sucede con todas las mujeres durante el embarazo), las células adiposas que se encuentran ubicadas debajo de la piel comienzan a crecer, y traen como consecuencia que su piel adquiera el aspecto de una cáscara de naranja.

Curiosamente, el término celulitis no es realmente un término médico. El mismo fue acuñado en el año 1973 por la industria de los spa y de los salones de belleza. De acuerdo a la industria médica, la celulitis está compuesta simplemente por depósitos de grasa corporal normales.

Gracias Mamá
Las causas de la celulitis tienden a variar de acuerdo a la persona sobre la cuál nos estemos refiriendo. Si fuera por la opinión de su doctor de cabecera, los factores que podrían dar como resultado la formación de celulitis son simplemente: el exceso de peso, el comer una dieta deficiente y/o la falta de ejercicio. Por otro lado, cuando esté siendo atendida en el spa al que concurra asiduamente -sin embargo- seguramente se le explicará que, además de la acumulación de grasa, la celulitis es causada por la retención de líquidos, por una deficiente circulación y posiblemente -e incluso- por la presencia de toxinas en su organismo.

Sin importar la causa que dió origen a la celulitis, una cosa es cierta: las mujeres la padecen mucho más que los hombres. Ésto se da debido a la diferencia en la forma en que la grasa, los músculos y el tejido conectivo están distribuidos en las mujeres y en los hombres. Además, sus genes así como también el grosor de su piel juegan un rol crucial en la determinación de cuánta celulitis hay en su cuerpo. Y, si usted raramente hace ejercicio y come una dieta deficiente y desequilibrada, podrá apostar su pote de crema anticelulítica ya que será muy difícil pelear contra toda la celulitis que habrá en su cuerpo.

Luchar Contra la Celulitis; Sentirse Genial
La pregunta número uno en la mente de todas las mujeres cuando ven que tienen celulitis es la siguiente: "¿Cómo me deshago de ella?". A pesar de que estamos buscando un remedio milagroso para erradicar la celulitis para siempre y que nos permita mantener nuestro bello cuerpo alejado de este vil invasor, desafortunadamente -en la actualidad- no existe ningún remedio disponible que pueda erradicar la celulitis de manera permanente.

Dado que lo que usted come y el nivel de ejercicios que realice son los principales factores detrás de la celulitis, el hecho de seguir una dieta balanceada y hacer ejercicio regularmente la ayudarán a aliviar los síntomas de la celulitis. Tanto los ejercicios aeróbicos como los de estiramiento son buenos ‘tratamiemtos para atacar la celulitis’.

Aunque seguir un estilo de vida saludable y sano siempre es una buena idea, cuando usted está embarazada es más necesario que nunca. No solamente para reducir su celulitis, sino también para asegurarse de que su bebé se desarrollará y crecerá saludablemente. Y, enfrentémoslo, ésto es verdaderamente mucho más importante que unos pocos hoyuelos antiestéticos en sus muslos.

Pero, digamos que usted ya está siguiendo una dieta sana (la mayor parte del tiempo) y que se ejercita -al menos- tres veces por semana, pero la celulitis aún está ahí. ¿Qué otra opciones tiene?

El monstruo de la infertilidad, ¿qué es? ¿Cómo vencerlo?

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La infertilidad es un problema común que afecta a una de cada seis parejas. Puede ser definida como la incapacidad de completar un embarazo luego de un tiempo razonable de relaciones sexuales sin tomar medidas anticonceptivas. Las causas del incremento en la prevalencia de la infertilidad son difíciles de establecer. Este aumento podría deberse por lo menos a cuatro factores: postergación del momento en que se decide tener hijos, alteraciones en la calidad del semen debido a há- bitos como el tabaquismo y el alcohol, cambios en la conducta sexual y eliminación de la mayoría de los tabúes.
Es indiscutible que las costumbres sociales han variado, por ejemplo, la edad a la que las parejas decidís tener hijos. Esto se debe a que las parejas buscáis una estabilidad personal, social, económica y laboral antes de tener descendencia, lo que suele ocurrir cuando la mujer ya ha cumplido los 30 años, edad en la que la capacidad de reproducción puede haber disminuido.
Someterse a un tratamiento médico produce, en casi todos los casos, importantes alteraciones emocionales y estrés en los pacientes, pero en el caso de los tratamientos por infertilidad, estas consecuencias se viven con especial intensidad. La capacidad reproductiva es un aspecto muy privado de vuestra vida, por lo que el inicio de una intervención terapéutica por infertilidad se suele asociar con la cesión de un elemento importante de vuestra intimidad a personas externas al núcleo de la pareja (médicos, enfermeras, personal sanitario, etc.). En los casos en que el motivo de la infertilidad no está determinado, estas alteraciones suelen manifestarse en mayor medida.
En el caso de la infertilidad, por ejemplo, los datos parecen indicar que las mujeres muestran más grado de malestar que los hombres, ya que suelen valorar en mayor medida los problemas de fertilidad como un cataclismo, además de soportar directamente el tratamiento y de sentir su fracaso con la bajada de la menstruación. El modo en que cada sujeto va a verse afectado emocionalmente por el diagnóstico y el tratamiento de su problema de infertilidad/esterilidad es diferente en cada caso y depende de su personalidad, equilibrio emocional previo, recursos emocionales y conductuales, apoyo social externo, estado de sus relaciones de pareja, disponibilidad económica, etc., por citar solo algunos ejemplos pero, sobre todo, de las estrategias de afrontamiento que despliega ante el problema.
Sin embargo existen también numerosos casos en los cuales, muchas parejas han podido superar a este monstruo de la infertilidad, y hoy disfrutan de sus hijos.
Los tratamientos son variados y generalmente muy caros, pero afortunadamente también existen otro tipos de tratamientos que implican costos casi nulos, y resultados igual o mejor que los más caros, sin la necesidad de bombardear al cuerpo de las futuras mamás con drogas y hormonas.
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¿Cómo y cuándo poner las normas a nuestros hijos?

Los límites y las rutinas deben estar presentes en nuestro hogar desde que el niño nace. Las necesidades básicas del bebé van estructurando una serie de acciones que se repiten en el día a día. A medida que va adquiriendo nuevos comportamientos nos vamos dando cuenta de que es necesario ir poniendo límites. Así, por ejemplo, cuando empieza a desplazarse y empezamos a quitar todo lo que se le puede caer encima, también le vamos avisando del peligro y haciéndole ver que hay cosas que no puede tocar. En ocasiones lo que ocurre es que nos parece haber llegado a una situación insostenible donde todo es un caos. La casa está totalmente desordenada, los niños se comportan de manera totalmente incontrolada, cualquier incidente nos desborda... en una palabra: no podemos más. Pues bien, incluso en estos casos, es posible recuperar o instalar unas normas. Para hacerlo, dedica un tiempo a pensar qué es lo que quieres conseguir. No vale decir que deseas que los niños se porten bien; debes ser más específico y marcar objetivos que se puedan observar fácilmente: no vamos a gritar, no vamos a tirar las cosas, te vas a bañar solo, etc. Se trata de que marques claramente la norma, que todo el mundo sepa de qué estamos hablando.
• Recuerda que también es importante que no sean muchas. Elige aquellas que para ti son más importantes y empieza por ellas. Ya habrá tiempo de elegir otras. Y aunque tu casa te parezca un desastre, confía en que las cosas pueden empezar a ser diferentes. A continuación tienes un ejemplo: Las normas de casa
• Aprendo a tratar a los demás: no insulto, no pego y no grito.
• Cuando me equivoco pido perdón. • Cuido las cosas y las guardo.
• Veo la televisión y cuando acabo la apago. • Ayudo a mamá y a papá a poner y a quitar la mesa; así aprendo.
• Cuando quiero salir pido permiso.
Si te ayuda, no dudes en colocar un cartel en un lugar visible de tu casa para que todo el mundo conozca lo que debe hacer, aunque claro, eso no garantiza que se cumplan. Para conseguirlo, necesitamos práctica. Además, es imprescindible que a la norma le acompañe su consecuencia (tanto positiva como negativa). Más adelante veremos algunas maneras de hacerlo.

¿Por qué nos cuesta poner límites a nuestros hijos?

 Aumenta la inteligencia de tu hijo
Muchas veces nos cuesta imponer las normas porque no estamos plenamente convencidos de ellas. Si tienes dudas en cuanto a una norma en concreto, reví- sala para ver qué está fallando. Si tú no lo tienes claro, lo más probable es que tu hijo perciba esa inseguridad y no consigas instaurarla. En ocasiones lo que sucede es que nos sentimos demasiado presionados por los demás. Por ejemplo, tenemos claro que no podemos comprar a los niños todos los juguetes que nos piden. Sabemos que de hacerlo aprenderán poco sobre la importancia del esfuerzo y les costará aceptar que no se puede conseguir todo lo que se desea. Pero recibimos una fuerte presión para comprar y comprar. La publicidad de la tele es continua, los juguetes están accesibles en cualquier temporada, parece que no eres un buen padre si no le compras algo por haberse portado bien en casa, etc. Debemos estar atentos a todas estas presiones y evitar que sigan influyendo en lo que nosotros deseamos conseguir. Una vez más: tú eres el adulto y pones la norma. Debes pensar en ella, conviene que hables con otras personas y te informes y que llegues a un consenso, pero todo debe partir de tu deseo pues tú eres quien educa. Tu hijo, en cuanto pueda, empezará a mostrar negación hacia la norma. Alrededor de los 2 años puede empezar a decirte a eso que NO. Deberás creerte que realmente eres tú quien dice lo que se puede o no se puede hacer, aunque te cueste, aunque te parezca que le estás haciendo daño... Pero tu hijo necesita saber que eres tú quien pone las normas, pues eso le permite desarrollarse en un entorno seguro. A medida que vaya creciendo y aumente su capacidad de razonar podrá ir participando en la elaboración de esas normas y, ya adolescente, incluso deberéis intentar llegar a acuerdos sobre las mismas. En algunos momentos será necesario insistir en unas normas determinadas frente a otras. Una vez conseguidas, es posible que surjan nuevas situaciones a las que haya que poner reglas. Y es que la vida no es siempre igual, por eso las normas se pueden ir modificando y adaptándose a las nuevas situaciones. Cuando las normas se han vivido de forma razonada y coherente acaban teniendo validez para tu hijo no sólo porque tú lo dices, sino porque él las considera importantes.

¿Qué hacer cuando tenemos hijos de diferentes edades? Las normas básicas pueden y deben ser comunes. Está claro que no todos los hijos se deben acostar a la misma hora, pero tus hijos pueden aprender que la norma no es la hora en sí, sino que cada uno tiene un momento para irse a la cama. Las normas de respeto hacia las personas y las cosas son para todos, así como aquellas dirigidas a cumplir con las responsabilidades de cada uno. Es conveniente que cada uno sepa que debe contribuir con algo para que la casa funcione bien. A veces conviene ponerlo por escrito en un lugar visible para todos: ¿de qué se ocupa papá o mamá o el hermano mayor? Cada uno tendrá tareas en función de su edad y de sus capacidades.

La importancia de poner límites a nuestros hijos.

Además del horario, es conveniente que en nuestro hogar existan una serie de normas que contribuyan a un crecimiento sano de nuestros hijos, y al desarrollo de una convivencia adecuada. Algunos padres piensan que sus hijos no son capaces de entenderles hasta que no han adquirido un nivel suficiente de lenguaje. Pero lo cierto es que los niños, antes de pronunciar cualquier palabra, son capaces de comprender muchos mensajes.
 Para que sean realmente útiles las normas deben ser:
• Claras y sencillas. No pierdas el tiempo con demasiadas instrucciones, pues lo más probable es que tu hijo pequeño no las entienda. Y cuando son mayores, si nos alargamos demasiado con las normas, podemos caer en el error de sermonearles continuamente. Así que, si ese objeto no se toca, dile: «Eso no se toca» en lugar de: «¡Estoy harto de que toques todo lo que encuentras! ¡Deja eso inmediatamente en su sitio si no quieres tener problemas!».
• Coherentes. Es importante que no sean el resultado de un impulso o una improvisación. Las normas deben pensarse para no aplicarlas de forma arbitraria.
• Descritas con sus consecuencias. Tu hijo debe aprender qué pasa si no cumple con la norma. Las consecuencias deben estar claramente definidas y ser conocidas por todos.
• Firmes. Como veremos más adelante, el tono de voz con el que te diriges a tu hijo va a ser fundamental para transmitirle la importancia de la norma. Ni hablar alto ni de forma agresiva conseguirá mayor efecto que si te diriges a él de una forma clara y firme.
• Para todos. Todos debemos cumplirlas. De nada servirá que le digas a tu hijo que hay que comérselo todo si a ti no te gusta la mayoría de los alimentos o que debe leer si tú no coges un libro. Tú eres el ejemplo. Por otro lado, las normas no son personalizadas. Si nadie puede gritar, no se lo puedes permitir ni a tu hijo pequeño ni al mayor.
• Necesarias y suficientes. Elaborar un gran número de normas no garantiza que tu hogar vaya a funcionar mejor. Es esencial que dediques un tiempo a elegir aquellas normas especialmente importantes en tu casa, entre las que conviene destacar: el respeto hacia los demás y las cosas, contribuir al orden o responsabilizarse de las tareas asignadas.
• Adaptadas al grado de maduración de tus hijos. Cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo y aceptarlo es fundamental para ir exigiéndole cosas. Cuando establezcas las normas piensa en lo que tu hijo puede hacer; si le pides más, corres el riesgo de que no lo consiga y eso aumentaría su inseguridad y frustración (además de convertirse en una lucha continua); si le pides menos, estarías favoreciendo la sobreprotección e impidiéndole crecer con confianza en sí mismo. ¿Quién pone las normas? Las normas las pone el adulto. Tú eres quien sabe lo que quieres enseñar a tu hijo, aunque a veces te surjan dudas sobre el modo de conseguirlo. La mayoría de las veces hemos tenido poco tiempo para pensar sobre todo esto. Por eso, antes de precipitarse, es conveniente reflexionar sobre lo que deseamos conseguir.
Para ello:
• Valora lo que has recibido de tu educación y utiliza aquello que te ha sido útil. Recuerda la manera en la que tus padres te educaron y rescata lo que te ha ayudado a sentirte bien y a confiar en ti mismo. A lo mejor te ayudó que tus padres te enseñaran a cuidar los juguetes o a no conseguir todo aquello que pedías. También piensa en aquello que consideres que se podía haber hecho de una manera diferente para no repetirlo con tus hijos.
• Utiliza otros modelos. A lo largo de tu vida habrás encontrado otros estilos educativos (observando a otros padres, experiencia con maestros, etc.). Sírvete de lo que has visto para aplicarlo a tu forma de educar.
• Intenta tener claros los valores que deseas transmitir. Si por ejemplo para ti la sinceridad y el respeto son importantes, dales cabida en tus normas.
• Lee e infórmate. Existen estrategias y técnicas específicas que nos ayudan a acercarnos a los niños para participar en su proceso educativo.
En la elaboración de las normas es imprescindible que haya consenso entre los adultos que educan al niño. Para lograrlo es necesario hablar con las personas implicadas, intentando encontrar lo que realmente es mejor para el menor. Si a tu hijo lo cuidan abuelos u otras personas, comunícales cuáles son las normas y qué vais a hacer cuando se cumplan y cuando no. Habla con tu pareja sobre lo que consideráis importante en la educación de vuestro hijo y estableced la manera de conseguirlo. No se trata de imponer nuestra forma de entender las cosas. Cada uno de vosotros ha sido educado en un contexto diferente y posiblemente hayáis vivido situaciones distintas. Intentad llegar a un consenso. A veces ayuda hablar con otras personas (padres, profesores, psicólogos, etc.) pues nos dan pistas sobre la manera de abordar determinadas situaciones. Es cierto que sólo si estamos convencidos de que pueden ser útiles podremos asumir los consejos y orientaciones de los demás, por lo que es importante mantener una actitud abierta y reconocer que existen otros puntos de vista y maneras de hacer las cosas. Cuando hayáis decidido las normas que queréis que regulen vuestra familia, deberéis hacer lo posible para mantenerlas. Es importante que las personas implicadas en la educación del niño sean constantes en la aplicación de las normas y así evitar que el niño reciba mensajes contradictorios. Aunque cada familia pone las suyas, está claro que existe una serie de normas imprescindibles para garantizar la convivencia y un adecuado desarrollo de los niños.

Son normas esenciales:
• Las que respetan sus necesidades básicas: horas de comer y de ir a la cama, fundamentalmente.
• Las que le enseñan a respetar a los demás y a las cosas: no se insulta, ni se grita, ni se pega; no se tiran las cosas ni se rompen los juguetes...
• Las que permiten un adecuado desarrollo de su autonomía: dejamos que los niños hagan solos lo que pueden hacer por sí mismos.
• Las dirigidas a repartir las responsabilidades entre los miembros de la familia.

La importancia de las rutinas

Saber en cada momento lo que va a suceder nos permite sentirnos más seguros. Anticipar que ahora vamos a comer o irnos a la cama permite al niño desarrollarse en un entorno organizado que le ayuda a estructurar su mente y su comportamiento. Por eso, un buen comienzo para conseguir que nuestro hijo asuma responsabilidades y no proteste por todo es organizar el tiempo, es decir, hacer un horario que recoja cómo está organizada nuestra vida familiar. Este horario no puede ser común para todas las familias pues las circunstancias son muy diferentes como también lo son las preferencias. A lo largo del día deben quedar recogidos los tiempos para comer, para dormir y para asearse como hábitos básicos en el desarrollo del niño. Pero también son importantes otros tiempos dedicados al juego, a las relaciones con los demás, al deporte, etcétera. El tiempo se aprovecha más y mejor cuando uno está organizado. En ese horario también puede quedar recogido, siempre que sea posible, un reparto de responsabilidades. Mientras uno de los padres prepara la cena, el otro puede bañar al niño. Cuando tenemos varios hijos, podemos alternarnos con nuestra pareja para que cada uno se ocupe de un niño en los momentos de aseo o de ir a la cama. Así, si hoy bañas al pequeño mientras tu pareja acompaña al mayor, mañana puede hacerse a la inversa. En estos casos es importante que se respeten las mismas rutinas y consignas. Si tu pareja permite que vuestro hijo mayor se enjabone la cabeza él solo, hazlo tú también de esta manera. El niño sabe que está con vosotros, pero que las cosas se hacen independientemente de si está con su padre o con su madre, y eso favorecerá enormemente la autonomía y la consolidación de cualquier norma. Esta organización, costosa cuando nunca la hemos puesto en práctica, nos permite sentir que controlamos el tiempo, aunque estemos continuamente ocupados. La mayoría de los padres tenemos la sensación de que todo va muy rápido. Estamos deseando acostar a los niños para recoger un poco, preparar las cosas del día siguiente, hablar de nuestras cosas, cenar, etc. Esa ansiedad suele llegar a los niños que, por ejemplo, viven el momento de ir a la cama como «se quiere deshacer de mí». El horario contribuye a eliminar esta tensión, siempre que lo vivamos como una ayuda y como algo que nos permite mantener una relación más relajada con nuestros hijos. Lo más probable es que ellos protesten menos con una buena organización y eso relaja a cualquiera.

Algunas consideraciones sobre los horarios: 
• Cuida especialmente los momentos de alimentación y descanso. Cuando un niño ha comido y dormido bien, está mucho más tranquilo y feliz.
• El horario debe cubrir principalmente las necesidades de los niños y no supeditarse a las del adulto. Si tu hijo necesita dormir diez horas, debes asegurarte de que  se acuesta a la hora que le permite descansar ese tiempo. Y si ese día no puede ver a su padre/madre porque vuelve tarde del trabajo, pues no pasa nada, le verá al día siguiente.
• El horario debe respetarse. Es cierto que debemos ser flexibles con el tiempo y no agobiarnos cuando se modifica, pero no podemos dejar que el horario dependa, por ejemplo, de nuestro estado de ánimo. Si solemos acompañar a los niños a la cama en torno a las nueve y hoy estamos muy cansados porque hemos tenido un día duro, no podemos cogerles sin más y meterles en la cama una hora antes; ni permitirles que se queden hasta las diez porque hoy nos apetece jugar con ellos. Si les «enseñas» que el horario se puede cambiar porque sí, entonces ellos también «exigirán» esos cambios cuando les apetezca.
• Es importante que el horario esté consensuado y sea respetado por todos. Los niños deben aprender que determinadas cosas se hacen independientemente del adulto que esté con ellos.
• Anticipa a los niños el cambio de actividad. El horario es una ayuda siempre que no funcione a toque de corneta. Es necesario que el niño conozca con un mínimo de antelación lo que va a suceder después. Ten en cuenta que tu hijo pequeño no entiende ni de horas ni de relojes y que eres tú quien va poniendo ese conocimiento con las rutinas. Y es normal que no deje los juguetes y salga corriendo al baño a la hora que has fijado. Necesita que le avises que vais a bañaros con un poco de anticipación. Basta con que le digas: «Dentro de un ratito vamos a bañarnos» y se lo recuerdes una vez más con alguna otra instrucción: «Vamos a bañarnos dentro de poco; es hora de recoger los juguetes».
• Intenta que el horario incluya un tiempo para ti y para tu pareja. Seguramente te parece imposible; a veces no se cuenta con suficiente ayuda y las demandas de los niños son muchas. Pero si hay un tiempo organizado en el que tu pareja juega con tu hijo, a lo mejor puedes ponerte a leer un rato o hacer algo que te apetezca. Y si podéis tener un rato después de acostar a los niños para charlar y estar juntos, pues mucho mejor.

Crianza con apego.

Al hablar con familiares o conocidos, los términos de crianza con apego, crianza respetuosa, o simplemente, educar a nuestros hijos sin violencia ni golpes, le parece a mucha personas ideas “nuevas”, “inventos”, “no va a resultar”, “a mi así me educaron y no me traumaron”. Muchas ideas sobre este tema vienen del “Attachment parenting”. Es un término usado por el Dr. William Sears (www.askdrsears.com), en google pueden encontrar muchísimas páginas sobre este tema en diversos países, en España, por ejemplo, existe la Asociación Criar con el Corazón. La idea del “vínculo paternal” o “attachment parenting” se remonta a los años cincuenta, con estudios del psiquiatra John Bowlby. El apego entre padres e hijos es “una necesidad biológica” y algo común en todos los primates, sostiene Bowlby. En cada fase de crecimiento, los niños (las crías) buscan la proximidad, el contacto y la protección de una persona adulta. Durante siglos, ésa ha sido la clave de la supervivencia. El doctor William Sears, padrino del “attachment parenting“, tiene más de una década rebelándose contra la pediatría oficial y promueve una relación más cercana y armoniosa entre padres e hijos.
 • En síntesis, ¿cual es la idea? el respeto, respetar al niño como a cualquier otro individuo, respetar sus ritmos de crecimiento, respetar sus horarios, respetar su necesidad de contacto, respetar el derecho del bebé a una lactancia materna y si por alguna razón no puede realizarse, que sea con la mayor información, respetarlo desde que viene al mundo, tratando de que sea en las mejores condiciones posibles (que las mejores condiciones no son necesariamente un lujoso hospital).
• Esto no significa que vamos a ser esclavos de nuestros hijos, ni que criaremos niños desobedientes, de esos que dan miedo; de hecho muchos de esos niñitos que no entienden nada, es muchas veces por que los papás recurren al grito, a la nalgada, a dar objetos en lugar de dar tiempo y atención, o a “métodos” que de inicio parece que eliminan el problema, pero que a la larga ocasionan aun mas.
• Esta forma de crianza es el cimiento de una maravillosa relación, al inicio parece duro, además de la presión del entorno, yo puedo atreverme a afirmar, ahora con mi hija de siete años, y otra de 20 meses, que todo ha valido la pena.
• Esto no es una moda, un sinnúmero de familias hacemos crianza con apego o attachment parenting sin saberlo, o sin leer nunca un libro especializado, se trata de escuchar al instinto, al corazón y a nuestros niños. • No se trata de criar niños consentidos, pero no aplica el “no lo cargues por que te va a tomar la medida” “si son listillos los niños“; ¿por que? por que sí; los niños son listos, saben lo que quieren y quieren a mamá y a papá, contacto físico, atención verdadera, en pocas palabras, los niños necesitan más brazos, gados, pero manteniendo la proximidad física y el contacto. El pediatra del “apego” defiende a capa y espada las virtudes de la cama familiar (dormir con nuestros hijos en la misma cama o la misma habitación) y resume sus siete “mandamientos” en dos: cree en el llanto de tu hijo y ¡cuidado con los “expertos”! han servido de acicate para miles de padres de todo el mundo, reunidos en Attachment Parenting International, que cuenta ya con grupos en países europeos como Gran Bretaña, Holanda y Alemania. Según William Sears y muchos otros defensores de la crianza con apego, los cimientos del “vínculo” se crean en el nacimiento, en ese “período sensitivo” tan común para todos los mamíferos y tan ajeno a los asépticos protocolos hospitalarios. La lactancia, y el contacto piel a piel con la madre, es una fuente de alimento no sólo material sino también emocional para un niño en los primeros meses de vida.
mimos, ser escuchados y contacto físico y menos Wii y televisión.
• Tampoco es dejar que hagan toooodo lo que quieran, yo no dejo a mi hija que maneje la estufa, ni que salga cuando quiere, ni que coma dulces hasta reventar, es más, siendo tan “consentidora” como soy, mucha gente se ha sorprendido de lo obediente que es mi niña y de cómo nos entendemos.
• No es un “seguro de buen comportamiento”. Muchos padres buscan en libros, en internet, “los siete pasos para que nuestros niños no nos den problemas” o “cómo solucionar los problemas sin esfuerzo”, un niño criado con apego tiene dias de berrinche, puede ser que tarde para dejar el pañal, puede ser tímido, puede ser un niño muy inquieto, o terriblemente distraído; son niños, con toda la complejidad de los seres humanos, yo no aseguro que serán unos angelitos que digan “si señor”, se coman todas las verduras y levanten sus juguetes al terminar de jugar, pero puedo asegurar que uno al hacer el esfuerzo de entenderlos y buscar otras formas para hacernos comprender, seremos mas felices y será un poco mas fácil superar esos pequeños y grandes retos del día a día.
• Parece que es complicado, pero es más complicado “desconectarte” de tus hijos, pegarles en lugar de hacer el esfuerzo de razo- “No quiero entrar en lo que es bueno o malo para el niño a largo plazo, si va a ser más o menos inteligente porque duerma contigo o lo lleves en brazos. Lo que los niños necesitan, hoy y ahora, es afecto y proximidad. Y lo que han aconsejado por desgracia los ‘expertos’. Durante muchos años, es justo lo contrario, hasta el punto de prohibir casi el contacto entre madres e hijos”. nar con ellos, ponerlos frente a la TV en lugar de regalarles un ratito, aunque te sea urgente lavar los trastes, o darles cosas en lugar de darles tiempo, muchas de estas cosas, de momento funcionan, pero a la larga, generan mas problemas.
• No significa que son “reglas” rígidas para hacer las cosas, son conceptos que pueden adaptarse a cada familia, por que cada familia es única, tiene su dinámica y sus reglas. Cuando un niño tiene lleno su “tanquecito” de brazos, comienza a pedir que se le ponga en el piso y, poco a poco, se hará mas independiente porque tiene la seguridad de que su mamá responde a sus necesidades y se crea una relación de una mamá que conoce bien a sus hijos y viceversa. En cuanto al tema de la lactancia, jamás leerás que la leche artificial es mejor que la leche de mamá, habrá “mamis” que por alguna razón no hayan podido dar pecho, pero pese a las circunstancias de cada quien, la leche materna es lo mejor para un bebé y ninguna leche comercial la supera. Sobre el tema de disciplina, todas hemos tenido un mal dia, probablemente alguna vez hayamos perdido los estribos y dado una nalgada o dicho alguna palabra dura, pero nunca van a encontrar un “es necesario pegarles”, “si no los disciplinas se te suben a la cabeza”, “la nalgada a tiempo es buena” “no pasa nada, sólo fue una nalgadita”, pero si encontrarás “cómos”, tips para el dia a dia con tus hijos sin recurrir a los golpes ni a la agresión verbal.

Por LETICIA JIMÉNEZ.

Lactancia materna, ventajas para la mamá, la familia y el medio.

El inicio de la LM en el posparto inmediato permite la secreción de oxitocina a través de la succión del pezón por el recién nacido, la cual promueve las contracciones uterinas y la expulsión rápida de la placenta, y evita la hemorragia posparto, acelerando la involución uterina. Con la LME se incrementa la secreción de prolactina, se impide la secreción de hormona liberadora de gonadotropinas por el hipotálamo y a su vez de gonadotropinas hipofisiarias (hormona foliculoestimulante y luteinizante), se inhibe el desarrollo de los folículos ováricos, ovulación y menstruación, esta inhibición se prolongará mientras la lactancia sea frecuente, incrementará el intervalo entre los embarazos y estimulará la producción suficiente de leche para el bebé. Previene la depresión posparto, ya que la oxitocina liberada durante la succión del pezón desencadena en la madre un efecto tranquilizador y de bienestar. Al amamantar se secretan endorfinas que alcanzan un pico máximo a los 20 minutos de iniciada la lactancia, provocando en la madre sensaciones placenteras. El bebé también se ve recompensado, porque se las transfiere a través de la leche, creando un vínculo (apego) muy especial. La LME incrementa la producción de prolactina, que facilita la actividad de la lipoproteina lipasa en la glándula mamaria y la inhibe en el tejido celular subcutáneo, disminuyendo el depósito de tejido adiposo, condicionando en las mujeres una recuperación del peso previo al embarazo más rápidamente, observándose a los seis primeros meses una disminución de la cadera entre un 4 y 6% aproximadamente. Otra ventaja para la madre es la protección contra el cáncer de mama y ovario. También le brinda comodidad a la madre, porque no tiene que preparar ni esterilizar biberones, especialmente cuando trabaja o viaja.

Ventajas Familiares y sociales
La LM refuerza los lazos afectivos en la familia, promueve el cuidado de los hijos, previene el maltrato infantil y el retraso de nuevos embarazos. Con este tipo de alimentación, la familia obtiene ventaja econó- mica al no gastar en leche artificial, biberones, envases, etc., con un menor costo en la salud de sus integrantes, repercutiendo en todas las sociedades, ya que disminuye la morbilidad infantil en el mundo y la mortalidad en los países en vías de desarrollo.

Ventajas ecológicas
La leche humana es un producto natural, renovable y no contaminante. Con esta práctica de alimentación se evita el daño al medio ambiente, ya que los intereses comerciales de la alimentación artificial han propiciado la creación de industrias para procesar la leche, fabricar envases y biberones que consumen grandes cantidades de combustible y producen contaminación. Promueve el uso de aluminio, estaño, cartón y papel para la elaboración de recipientes, que al desecharse generan basura; la leche envasada contiene cuarenta veces más aluminio y nueve veces más cantidad de plomo que la humana, además la producción de leche de vaca ha provocado la destrucción de bosques para crear pastizales. Otros fenómenos condicionados por la alimentación artificial, son la producción de biberones y utensilios de plástico, vidrio, silicona o de hule, que al ser incinerados como basura, generan sustancias cancerígenas (dioxinas). También se fomenta el consumo de apósitos, tampones y papel por parte de las madres que no amamantan y que presentan su periodo menstrual tempranamente. Se usa indiscriminadamente el agua para preparar la fórmula láctea, lavar los utensilios y hervir los biberones y chupones.

Lactancia materna, ventajas para tu hijo.

Las ventajas inmunológicas son bien conocidas hasta los primeros 6 meses de vida, pero la protección frente a muchos patógenos se alarga hasta los 2 años y medio.
La protección contra las enfermedades se clasifica de la siguiente manera:
a) Enfermedades gastrointestinales. Se han identificado componentes de la leche materna que confieren protección contra patógenos específicos del intestino como Rotavirus, C. jejuni, C. diffícile, G. lamblia, S. tiphymurium, especies de Escherichia, Shigella y V. cholerae.
b) Enfermedades respiratorias y otitis media. La LME protege contra las infecciones de las vías respiratorias altas, principalmente la otitis media. En varios estudios se ha demostrado también que la frecuencia y gravedad de las infecciones de las vías respiratorias bajas como la neumonía, bronquitis y bronquiolitis disminuye en los lactantes alimentados con leche humana.
c) Otras infecciones. La leche humana protege contra la enterocolitis necrosante en lactantes de pretérmino y contra la bacteriemia y meningitis causada por H. influenza tipo B.
d) Disminución de la inflamación. La leche materna protege al lactante y a la glándula mamaria contra agentes patógenos, sin producir efectos inflamatorios.
e) Estimulación de la inmunidad. Hay evidencias epidemiológicas y experimentales de que la leche materna afecta la inmunomodulación a largo plazo y los lactantes corren menor riesgo de padecer enfermedades alérgicas, trastornos digestivos crónicos, Diabetes mellitus tipo 1, enfermedad de Crohn y linfoma. Además, las concentraciones de anticuerpos neutralizantes para el polisacárido Hib, la vacuna del poliovirus oral y el toxoide de la difteria, en respuesta a las vacunas aplicadas en la infancia, son más altas en los bebés alimentados con leche materna.

La leche humana se adapta a las necesidades nutricionales del lactante, contiene lípidos que representan su principal fuente de energía, ya que le proporcionan triglicéridos, que son ácidos grasos esenciales imprescindibles para el crecimiento y desarrollo del cerebro, retina y los centros auditivos y que además cumplen con funciones estructurales de la membrana celular y síntesis de prostaglandinas. La lactosa es el principal hidrato de carbono, necesario para el crecimiento y desarrollo del sistema nervioso central (SNC). De igual forma, las proteínas proporcionan aminoácidos esenciales, que favorecen el desarrollo de este mismo sistema. Por otra parte, la LME promueve un mejor desarrollo motor infantil. La vitamina A asegura el crecimiento, desarrollo y modulación de los huesos y cartílago, la vitamina E incrementa la producción de inmunoglobulinas, favorece la función normal de linfocitos T y tiene actividad antioxidante que estabiliza la membrana celular, la vitamina D controla la absorción y homeostasis del calcio. La vitamina C tiene diversas funciones, como el sintetizar colágeno y glucosaminoglucanos que constituyen el tejido conectivo y carnitina necesaria para la formación de catecolaminas; también participa en el desarrollo y funcionamiento del SNC, permite la eliminación de fármacos y tóxicos por el hígado y actúa en el sistema inmunitario. Las vitaminas del complejo B funcionan con carácter coenzimático en el metabolismo. La cantidad de agua de la leche materna es del 87%, por lo que el bebé amamantado no necesita agua complementaria, tiene menos sobrecarga renal y un menor riesgo de deshidratación. El bebé puede digerir la leche materna fácilmente, porque la caseína forma cuajos de consistencia blanda en el estómago y se asimila más rápido, además la presencia de lactosa en todo el intestino delgado favorece el tránsito intestinal, con deposiciones más líquidas y ácidas, que contienen cuerpos reductores que evitan el estreñimiento y la dermatitis del pañal. Debido a las prostaglandinas que estimulan la motilidad intestinal, la frecuencia de vómito, diarrea, regurgitaciones y reflujo es baja. Las proteínas homólogas disminuyen la posibilidad de reacciones alérgicas como el asma, eccema y eritema, ya que el bebé no se expone a antígenos alimentarios extraños. Siempre está disponible a la temperatura y consistencia adecuadas, lo que favorece una mejor tolerancia. Si se continúa el amamantamiento en presencia de diarrea mejora la consistencia y disminuye el número de evacuaciones. Durante la succión del pecho, los músculos de la mandíbula del niño se ejercitan, lo que fomenta el desarrollo de una mandíbula bien formada con dientes rectos.
El vínculo que se establece en la LME, le brinda al bebé una sensación de bienestar y seguridad, lo que constituye la primera experiencia social de su vida, de esta manera le potencializa una autoestima adecuada y una inteligencia emocional para toda la vida, así como la atención y protección materna.

¿Cómo fue la experiencia de parto en casa? Relato real.

¿Como llegué a un parto en casa? Siento que el parto sucedió de la mejor manera y que todo me llevó a esto casi sin darme cuenta, como en un camino que se fue haciendo de manera medio inconsciente, aunque fue también un trabajo de preparación consciente a través de lecturas, re- flexiones y decisiones. Lo de la casa surgió “solo”. No estaba previsto así. Hasta dos semanas antes de parir, pensaba ir a una pequeña clínica con tina de agua y eso me hacía feliz. Dos cosas me hicieron cambiar: hicimos cambios en la casa y empecé a sentirme muy cómoda en ella; pusimos una cama amplia en el piso de la recámara y sentía por las noches que ahí podría parir. Otra cosa me hizo pensar: me enteré, con las parteras con quienes me estaba preparando, de dos casos que estaban previstos en casa y que acabaron finalmente en el hospital… así que pensé: se puede empezar en casa y, en caso de que se necesite, ir al hospital. Lo compartí primero con mi compañero que me dijo que si me sentía bien así: adelante. Luego lo planteé a la doctora y me dijo que sí, que era una posibilidad. Creo que lo más importante en este tipo de decisión es sentir muy profundamente dónde una se siente más cómoda: si es en la casa, muy bien, si es en el hospital, también. Creo efectivamente que el factor confianza y seguridad juega un papel fundamental en el desarrollo del parto. Por eso, también es muy importante contar con el apoyo de la gente que te rodea, que no haya tensión o duda, que una se sienta libre de sus decisiones y respetada. Y por supuesto es fundamental rodearse de profesionales que tienen la misma visión que tú del parto y que te pueden ayudar a tener confianza en ti: sentirte escuchada con tus dudas, tus inquietudes, sentir que puedes confiar en su experiencia y saber que tomarán las decisiones adecuadas en cada momento. Y no olvidar que todo puede pasar y que hay que estar listos para cualquier situación. Finalmente sucedió algo mágico: el mismo día en que hablamos con la doctora de la posibilidad de tenerlo en casa empezaron las contracciones…
El parto de Lucio
Nunca se puede saber cómo va a ser un parto: aunque mi idea durante meses fue tenerlo en el agua, o por lo menos estar en el agua caliente durante las contracciones, finalmente no me moví de un metro cuadrado durante todo el trabajo de parto más que para ir al baño, y no se me hubiera antojado ni ir bajo la regadera. A pesar de eso, me sirvió mucho prepararme interiormente y visualizar el parto. Todo mi ser se estaba preparando. Soñé mucho con partos durante todo el embarazo; eran a veces muy raros –paría un negrito con barba, paría y seguía el bebé en la barriga…-, pero todos eran rápidos y sin dolor. Eso me ayudó mucho en tener confianza y en perder el miedo. Sentía que mi inconsciente se estaba preparando, buscando y encontrando soluciones. También me ayudaron mucho las lecturas que presentan a la mujer como actora de su parto, como due- ña de su cuerpo y teniendo los recursos necesarios para parir. Me encantó leer las experiencias de otras mujeres. Pensaba en todas las mujeres que habían parido durante siglos y llegué a sentir que hasta sola tenía que poder hacerlo, aunque sabía que no iba a pasar. En este punto sólo me podía visualizar pariendo parada, libre de mis movimientos y de mis actos. Finalmente, nadie había muerto por dolores de parto… En la preparación y en el momento del parto me ayudó también mucho la yoga; la yoga enseñó a mi cuerpo -y a mi alma- a no identificarse con el dolor, a exhalar profundamente para soltar toda tensión, toda resistencia, a sentirme fuerte y poderosa, a saber que tenía recursos insospechados y una sabiduría interna infalible que sólo hacía falta escuchar. No sabía qué iba a utilizar durante el parto, pero sabía que mi cuerpo y mi intuición me lo iban a decir. Ya ansiaba parir, quería esta confrontación, estaba curiosa de ver de cuáles recursos disponía mi cuerpo para librar esta batalla.
Y se rompió la fuente… 
Me puse un poco nerviosa: ya había llegado el momento, ya no había marcha atrás… Y empezó el baile. Mis contracciones se hicieron sentir como dolores en la espalda baja. Seguí la sugerencia de la doctora que acababa de decirme que me doblara hacia delante e hiciera “el ocho” como en la danza del vientre para que se moviera el bebé con la espalda hacia mi barriga y no hacia mi columna vertebral. Y sentí que en cada contracción este movimiento me ayudaba a lidiar con el dolor. Realmente sentí cada contracción –ola de apertura, como las llamaba mi partera- como si me abrazara el dolor. Era a la vez una enfrentamiento, una batalla cuerpo a cuerpo y un abrazo cariñoso: como en el amor en que fuerza, ímpetu y violencia son el lenguaje de la ternura. Me apretaba el dolor con fuerza y yo me movía lentamente y rítmicamente como para permitirle fluir, para soltar un poco este apretón salvaje y para ayudarle a abrirme toda. Era como una agônia –una lucha- de igual a igual. El dolor era mi contrincante y mi aliado: me revelaba que no estaba ahí para aniquilarme y que podíamos ir de la mano para dar paso a este nuevo ser. Y siguió el combate amoroso siempre más fuerte, más intenso, e iba reacomodando mi postura: en cuatro puntos, moviendo la pelvis como una ola, sobre una rodilla y un pie, y finalmente en cuclillas. La doctora me comparó a un delfín, a un ave abriendo sus alas… y lo cierto es que hay mucho de animal en un parto. Otro de mis recursos fue la respiración y la voz. No tenía energía para decir chistes, pero reía interiormente pensando en los vecinos que debieron imaginar que tenía una noche de locura con un orgasmo a cada minuto –también me daba un poco de pena, pero no lo suficiente para inhibirme. Exhalaba como un fuelle y al final hasta cantaba. Salía de mí una voz desconocida, fuerte, ondulante. Ahí estaba mi compañero, ahí estaban las doctoras, pero realmente yo estaba en otra parte, luchando en otra dimensión con ese “enamigo” invisible. Sin embargo, todos ellos fueron de una ayuda inestimable. Mi compañero respondió a todas mis necesidades proferidas como órdenes y tomó parte activa en el nacimiento de Lucio, sosteniéndome debajo de las axilas y ayudando al trabajo de la gravedad. Las doctoras no intervinieron durante todo el trabajo de parto sólo para decirme, en el momento de la expulsión, que cerrara la garganta para llevar mi energía hacia abajo, y me ayudaron de manera vital con el bebé y para la expulsión de la plac
enta. Cuando ésta salió de mi cuerpo, sentí que había regresado al planeta Tierra, al mundo “normal”, y que lo único que quería era dormir durante doce horas seguidas, lo que evidentemente no he podido hacer y que no voy a poder hacer por un buen rato… Este parto natural, salvaje, hermoso, “animalesco”, me permitió recuperarme muy rápidamente y me dio también un gran regalo al ponerme en contacto con esa fuerza que yace en el seno de la naturaleza. Me dio la oportunidad de tocar las estrellas para después no olvidar que el corazón de un hijo –de cada uno…- es pura luz.

Por la profesora de yoga Stéphanie Fellay.

¿Parto en casa? Algunas consideraciónes. Por la Dra. Norma Emilia Escalante Betancourt

Las propuestas que de manera creciente están surgiendo en todo el mundo, a partir de los sesentas, de realizar los partos en el seno del hogar para dar la bienvenida a otro integrante de la familia, además de ser un derecho inalienable de la mujer y su cuerpo, son principalmente la respuesta a las evidencias no sólo médicas sino también sociales, psicológicas, ecológicas y culturales hacia la cada vez más tecnificada y fría atención brindada en los hospitales. Una experiencia repetida de mujeres y familias que nos cuentan sus historias, historias que ahora forman parte de su biografía de vida y, por lo tanto, influyen de una manera u otra en sus vidas, así como en la interrelación madre e hijo, en el comportamiento en la infancia o más allá, en la capacidad de logro de las mujeres y aún en la capacidad de amar, que como ahora sabemos depende mucho de la cálida manera de nacer. ¿Porqué una mujer que va a dar a luz, decide hacerlo en su casa? Las razones pueden ser: “Me dan miedo los hospitales”, “quiero tener a mi hijo conmigo desde el momento de su nacimiento”, “no quiero que me “corten”, “quiero sentir el nacimiento Parto Respetado 9 de mi hijo no quiero ser anestesiada”, “mi médico me dijo desde siempre que lo mejor es que nazca por cesárea y yo no quiero”, “queremos estar mi pareja y yo juntos para recibir al bebé”, “deseamos un nacimiento sin violencia, con poca luz sin reflectores en sus ojos”, etc.

Planear un parto en casa.
Parir en casa es una elección individual, nunca a la ligera, sino que pasa por todo un proceso, desde información basada en evidencias; valoración de lo que se quiere y cómo se quiere, preparación; de la pareja; integración de todos los asistentes al parto, incluyendo el acompañamiento profesional; se requiere la armoniosa colaboración de todos cuya meta, es atender las necesidades de esa mujer en particular en su parto; lograr sus deseos de tener un parto saludable y un fruto saludable en sus brazos, en su propio espacio, en su hogar. Es de gran importancia el compromiso conjunto entre médico y embarazada en crear un embarazo sano, pensar en la unidad funcional del organismo y los efectos socioculturales y psicológicos que influyen en la embarazada. La labor clínica y preventiva del médico o la partera es dieta nutritiva preventiva para evitar anemia (que predispone las hemorragias), suficiente vitamina C para mantener vasos sanguíneos y tejidos fortalecidos, omega 3 para evitar en lo posible un episodio de preclampsia; calcio y magnesio para la contracción muscular adecuada, abundantes líquidos, exámenes pertinentes, una o dos ecografías en el embarazo si se cree conveniente, buen aumento de peso, ejercicios como la yoga o estiramientos, fomentar el bienestar con actividades diversas. Todo esto da como resultado un proceso de autocuidado, aunado a la preparación prenatal y entrevistas para cimentar la confianza en sí misma y en su cuerpo, investigación y manejo de condicionamientos y miedos individuales y el manejo de una buena integración en la relación de pareja, todos factores que integralmente conducen a un embarazo sano acompañado, claro está, de un parto sano. Primero no perturbar. Aunque todas las embarazadas intuitivamente lo saben —aunque el grueso de la comunidad médica parece actuar de manera diferente— “el parto no es una enfermedad” quedó de manifiesto en abril de 1985 en Fortaleza, Brasil durante la Conferencia de la Organización Mundial de la Salud. Es un proceso FISIOLOGICO implícito sabiamente en la biología de cada cuerpo de mujer, su cuerpo sabe como parir así como el bebé también sabe como nacer, son actos instintivos, que se conducen por sí solos, cuando se les deja, es decir cuando no sufren ninguna intervención.
Llamamos intervención en un parto o nacimiento cualquier evento humano o en el entorno que bloquee o estorbe el libre flujo de acontecimientos corporales y mentales que terminan en la apertura biológica y psicológica de la mujer para dar a luz.

Atendiendo las necesidades de la unidad mamá-bebé al parir y nacer.
• Libertad de movimiento de la mujer. Asegura un buen descenso del bebé en su cadera, posiciones libres que resulten cómodas para ella (no para quién la atiende), caminar, mecerse, incluso moverse a la manera de danza árabe, favorece además el flujo de sangre por el cordón umbilical, lo que minimiza la posibilidad de falta de oxigeno al bebé, de hecho muchas anomalías aparentes en los latidos del bebé se corrigen con simples cambios de posición de la madre; corrige alineaciones no óptimas del bebé para su salida, como posiciones en cuatro puntos, cuclillas, etc.
• Entorno y compañía. Por ser un evento instintivo, sexual, el parto es un acto intimo que requiere, por esto, recogimiento en un lugar seguro, donde la mujer se sienta poco observada, luz tenue o sin reflectores, temperatura cálida y compañía especial que le dé seguridad, sea la pareja, la madre, una amiga intima. Un entorno hostil o alguien que no “vibre” con ella, perturbarían, vía sistema límbico (emociones) hipófisis, el flujo de hormonas como la oxitocina, bloqueando la actividad uterina efectiva, con los consecuentes partos más largos. Compañía y ambiente agradable y el mismo dolor, estimulan opiáceos naturales, endorfinas que disminuyen la percepción del dolor y brindan una sensación de bienestar. El pico más alto de éstas dos hormonas en la sangre, que no se vuelve a dar en toda la vida, es inmediatamente después del nacimiento, creando la química que acompaña la sensación de éxtasis, de logro, asegura el apego y la vinculación madre-bebé, la primera experiencia de afecto y contacto íntimo, la bienvenida amorosa, sin prisas, permanecer ahí, respetando los ritmos del nacimiento, sin cortar el cordón umbilical hasta que deje de latir asegura un 25% más de aporte sanguíneo y evita la sensación de vacío y la llamada angustia o trauma del nacimiento.

¿Cómo enseñar las normas a nuestros hijos?

En el momento en que nacemos todo lo que nos rodea es un mundo nuevo a explorar.
Poco a poco vamos reconociendo a las personas más significativas de nuestro entorno y adquiriendo una serie de comportamientos ligados a las acciones cotidianas. A través de las rutinas el niño empieza a entender cómo se va organizando su vida y eso le permite controlar su conducta y sentirse cada vez más seguro. Si el niño sabe lo que «le toca hacer» en cada momento es mucho más fácil conseguir que lo acepte de buen grado que si cada día se le pide hacer algo diferente, en un orden totalmente arbitrario o sujeto a los cambios en las preferencias de los adultos. Por eso nos esforzamos en poner normas que, en principio, no son más que una forma de recoger la vida cotidiana. Las normas básicas están relacionadas con los hábitos de comida, higiene y sueño. Así, con los bebés nos esforzamos para que coman, se bañen y duerman en un momento determinado. Esa rutina se adquiere a través de la repetición y habrás observado cómo el niño se altera o cambia de humor cuando este horario sufre modificaciones. A medida que el niño crece y sobre todo con la adquisición del lenguaje (a partir de los 18 meses), las normas se van haciendo más complejas y empiezan a incluir otro tipo de acciones que nuevamente se incluyen dentro de las rutinas cotidianas. Poco a poco también añadimos normas relacionadas con la convivencia y así le pedimos que no grite o que pida las cosas «por favor». Y a medida que va creciendo, tu hijo irá «reclamando» su participación en la elaboración de las normas, descubriendo así su utilidad y la posibilidad de ir tomando decisiones.
• Recuerda que la única manera que tenemos de conseguir que los niños aprendan qué conductas son adecuadas y cuáles no es habituándoles a una secuencia de actividades que se repiten día a día y haciéndoles ver que tanto cumplir con ellas como no implica unas consecuencias.
En resumen, podemos hablar de distintos tipos de normas:
• Normas relacionadas con los hábitos y rutinas. Es hora de levantarse, de comer, de ver la tele... Este tipo de normas se estructuran con la repetición diaria. Si el niño sabe lo que tiene que hacer, le costará mucho menos realizarlo. Los más pequeños asumirán con naturalidad que ahora les toca bañarse o comer.
• Normas relacionadas con la convivencia y límites. Son del tipo: debemos hablar sin gritar, no se pega, las cosas se piden por favor, no se toca...
 Se trata de normas que vamos transmitiendo a nuestros hijos normalmente a través del lenguaje, aunque no tenemos que esperar a que ellos hablen para que las vayan escuchando. Los niños, desde bien pequeños, aprenden el significado del «no» y entienden que el adulto les avisa de una prohibición o de un peligro.

Nuestros hijos y los límites.

Una norma recoge lo que se puede o no se puede hacer en tu casa. Cada familia pone sus normas y las va creando en función de las necesidades que van surgiendo. La mayoría de nosotros tiene muy claro cómo queremos que se funcione en casa. No deseamos gritos, ni peleas, ni que se tiren las cosas, ni que haya que estar detrás de todo el mundo recordándole lo que tiene que hacer... Sabemos lo que queremos, pero ¿cómo conseguimos que sea aceptado por todos?, ¿qué podemos hacer para que se convierta realmente en una norma?
En la mayoría de los casos las normas no se cumplen por alguna de las siguientes causas (o por varias de ellas):
• Porque no ha habido consecuencias positivas ni negativas. Imagínate que te dicen en tu trabajo que no se puede fumar. Enciendes el primer cigarrillo y nadie te dice nada. ¿Qué haces con la norma? Olvidarla y seguir como hasta ese momento.
• Porque los modelos de referencia no las cumplen. Supon que en tu casa establecéis la norma de que hay que ducharse todos los días, pero tú no lo haces. Para tus hijos dejará de ser una norma porque alguien tan importante como tu no la cumple.
 • Porque hay una contradicción entre normas. Si tu pareja dice que en casa no se grita, pero tú lo haces continuamente, o si tú decides que hay que comerse todo lo del plato, pero tu pareja se lo retira cuando el niño dice que no quiere más, entonces no existe una norma clara, por lo que dejará de tener efecto sobre tu hijo.
• Porque la norma es inconsistente, es decir, sólo hay que cumplirla en determinados casos. Como ahora estoy cansada para insistir, permito que mi hijo se levante de la mesa; pero mañana no le dejo levantarse hasta que no se lo coma todo. Esta inconsistencia enseña al niño que las normas no son importantes, porque todo depende de cómo se encuentren papá o mamá en ese momento.
Tu hijo debe saber que las normas ayudan porque: 
• Facilitan la convivencia.
• Permiten que nos llevemos bien y que no haya discusiones.
• Nos ayudan a crecer y a hacernos mayores.
• Nos dejan tiempo para hacer cosas divertidas.

Nuestra casa, la importancia del entorno.

La forma en que estructuramos el tiempo y el espacio es mucho más importante de lo que creemos. El hogar es el entorno más inmediato del niño y a través de las actividades que realiza en él, de los objetos que maneja y de las personas con las que convive tu hijo estructura su mente, empieza a tener nociones sobre el tiempo y sobre las cosas. Como veremos más adelante, el horario es imprescindible a la hora de educar. Cuando las actividades se repiten día tras día, el niño entiende que hay una secuencia lógica y aprende a anticipar qué actividad viene después y a prepararse para llevarla a cabo. Seguramente, cuando tu hijo era un bebé, empezaba a llorar de hambre al segundo de haberle sacado de la bañera, porque tú le enseñaste que después del baño venía la cena. Lo mismo ocurre con las demás actividades. Lo normal es que un niño que sabe lo que viene después no tenga demasiados problemas en cambiar de actividad. Sabe que después de cenar se irá a la cama y lo vive con naturalidad porque así ha sido desde que ha nacido. Por eso, cuando no existe un horario fijo y cada día se actúa de una manera diferente, los niños no poseen ese referente que les permite anticipar lo que viene  después. En esos casos es normal que surja el conflicto, pues los niños dependen de la voluntad cambiante del adulto y no de una estructura clara a la que habituarse. No haber tenido un horario hasta el momento puede deberse a múltiples causas, pero eso no significa que no estemos a tiempo de intentarlo en la actualidad. Los niños, sobre todo si son pequeños, se adaptan fácilmente a los cambios, sobre todo si contribuyen a que se sientan mejor. Algo parecido sucede con el orden. Al niño, por ejemplo, le resulta mucho más fácil irse a dormir si lo hace siempre en el mismo sitio y con unas condiciones ambientales similares. Tener su cama, sus muñecos, etc., le ayudan a sentirse seguro. Si las rutinas son algo habitual en su vida, surgen menos dificultades cuando se introducen cambios. Si sabes dónde guardas las cosas, si encuentras lo que necesitas para funcionar, si dedicáis un tiempo a ordenar, etc., tu casa se convertirá en un buen referente para que el niño pueda desenvolverse sin problemas. Pero si todo está tirado, si nunca encuentras nada, si pierdes cantidad de tiempo buscando las cosas..., te sentirás fatal y tu hijo se encontrará totalmente desconcertado. Con estos referentes es como si estuviéramos amueblando su mente, poniendo las estructuras básicas a partir de las cuales se puede sentir seguro e ir afrontando nuevas situaciones con confianza.

¿Qué esperar de tu hijo de 3 a 4 años?

Comprensión de las normas
Adquiere nociones sobre lo que es adecuado y lo que no, fundamentalmente 1 a partir de las consecuencias de su acción (premio y castigo). La alabanza y el refuerzo tienen | un gran valor | a esta edad. Sigue adquiriendo capacidad para controlar su conducta y aprende que existen normas para estar en casa, en el colegio, en el parque.

Autonomía personal 
Sigue avanzando en el arte de vestirse, algo que ya puede hacer prácticamente solo. Sabe cómo deben ponerse las prendas (distingue el derecho del revés), abrocharse los botones, etc. Va solo, al baño y perfecciona su capacidad para lavarse la cara, las manos, los dientes... Come sin problemas utilizando los cubiertos (cuchara y tenedor).

La relación con los demás
Demanda estar con otros niños; tiene capacidad para esperar su turno y cooperar en el juego. Le gusta observar al adulto al que imita constantemente.

Puede ordenar y | guardar su ropa y sus ] juguetes, poner la mesa (servilletas, platos, cubiertos, etc.), hacer pequeños i recados (por ejemplo, ¡ llevar alguna nota al profesor), cuidar de las plantas o de algún ] animal, etc.

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