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¿Qué es la diabetes gestacional?

La diabetes gestacional es un tipo de diabetes que afecta a las mujeres durante el embarazo. Si usted tiene diabetes, su cuerpo no puede utilizar los azúcares y almidones (carbohidratos) que toma de los alimentos para producir energía. Debido a esto, su cuerpo acumula azúcar adicional en la sangre. No conocemos todas las causas de la diabetes gestacional. Algunas mujeres con esta enfermedad, aunque no todas, tienen sobrepeso antes de quedar embarazadas o antecedentes familiares de diabetes. Entre 1 de cada 50 y 1 de cada 20 mujeres embarazadas presenta diabetes gestacional. Esta enfermedad ocurre con más frecuencia en mujeres hispanas, negras, asiáticas, indoamericanas y nativas de Alaska, aunque también ocurre en las mujeres blancas.

Pero seguramente lo que más les preocupa a las mamás es si su diabetes puede afectar a su bebe, si la diabetes gestacional no se controla, puede que su bebé:
 • Sea muy grande (pese más de 9 libras), lo que puede ocasionar problemas durante el parto. Un bebé grande que nace por parto vaginal puede sufrir daños en los nervios de los hombros, romperse la clavícula o, con menos frecuencia, sufrir daños cerebrales debido a la falta de oxígeno.
 • Sufra cambios rápidos en los niveles de azúcar en la sangre después de su nacimiento. El médico le hará seguimiento a su bebé para observar si presenta niveles bajos de azúcar en la sangre y le dará tratamiento de ser necesario.
 • Tenga más probabilidad de ser obeso o tener sobrepeso durante la infancia o adolescencia. La obesidad puede ocasionar diabetes tipo 2.

Si la diabetes gestacional no se controla, puede que usted: 
• Tenga complicaciones durante el parto.
• Dé a luz un bebé muy grande y tengan que hacerle una cesárea (una operación para sacar al bebé a través del abdomen). 
• Necesite más tiempo para recuperarse del parto si el bebé nació por cesárea. 
• Las mujeres con diabetes gestacional también pueden sufrir de preeclampsia. 
• Algunas veces, la diabetes no desaparece después del parto o regresa tiempo después del embarazo. Si esto ocurre, entonces se llama diabetes tipo 2. 

✓  Asegúrese de pedirle al médico que le haga una prueba de diabetes después del parto y nuevamente a las 6 semanas de haber dado a luz. 
✓ Siga consumiendo alimentos saludables y ejercitándose regularmente.
✓ Vaya a sus consultas de rutina y pídale a su médico que le haga la prueba de azúcar en la sangre cada 1 a 3 años. 
✓ Dígale a su médico si planea tener más hijos antes de su próximo embarazo.
 ✓ Vigile su peso. Usted debe volver al peso que tenía antes de quedar embarazada entre 6 y 12 meses después del nacimiento de su bebé. Si todavía, tiene peso de más trate de perder entre 5% y 7% (por ejemplo, 10 a 14 libras si pesa 200 libras) de su peso corporal. 
✓ Planee perder peso lentamente para que no lo recupere. Comer alimentos saludables, perder peso y hacer ejercicio con regularidad pueden ayudar a retrasar o prevenir la diabetes tipo 2 en el futuro. 

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Las madres después del parto, y ahora ¿Qué hago con la celulitis?

Usted seguramente estará esperando que sus pechos crezcan. Además, ya sabe todo acerca del descontrol hormonal que trae aparejado el embarazo. Y las náuseas matinales no la habrán sorprendido en lo absoluto. Pero nadie le ha dicho nada acerca de la celulitis adicional que aparece durante el transcurso del embarazo. Habrá algunas cosas con las que deberá y podrá lidiar durante su embarazo, así como también habrá otras de las que no podrá ocuparse. Si usted es como la mayoría de las mujeres; la celulitis estará en su lista de "cosas contra las que no podrá luchar sin ayuda extra".

Requesón y Hoyuelos
Aunque muchas personas prefieran referirse a la celulitis utilizando un nombre positivo o divertido, como por ejemplo "hoyuelos de grasa", usted sabe que la celulitis no es nada agradable. A pesar de ser algo sumamente desagradable, la apariencia de piel poceada en la parte trasera de sus muslos, en sus caderas y en sus nalgas es algo sumamente normal que padecen la mayor parte de las mujeres. Pero, ¿qué es la celulitis?. Básicamente, la celulitis puede taducirse como una acumulación de depósitos de grasa. Cuando usted aumenta de peso (tal y como sucede con todas las mujeres durante el embarazo), las células adiposas que se encuentran ubicadas debajo de la piel comienzan a crecer, y traen como consecuencia que su piel adquiera el aspecto de una cáscara de naranja.

Curiosamente, el término celulitis no es realmente un término médico. El mismo fue acuñado en el año 1973 por la industria de los spa y de los salones de belleza. De acuerdo a la industria médica, la celulitis está compuesta simplemente por depósitos de grasa corporal normales.

Gracias Mamá
Las causas de la celulitis tienden a variar de acuerdo a la persona sobre la cuál nos estemos refiriendo. Si fuera por la opinión de su doctor de cabecera, los factores que podrían dar como resultado la formación de celulitis son simplemente: el exceso de peso, el comer una dieta deficiente y/o la falta de ejercicio. Por otro lado, cuando esté siendo atendida en el spa al que concurra asiduamente -sin embargo- seguramente se le explicará que, además de la acumulación de grasa, la celulitis es causada por la retención de líquidos, por una deficiente circulación y posiblemente -e incluso- por la presencia de toxinas en su organismo.

Sin importar la causa que dió origen a la celulitis, una cosa es cierta: las mujeres la padecen mucho más que los hombres. Ésto se da debido a la diferencia en la forma en que la grasa, los músculos y el tejido conectivo están distribuidos en las mujeres y en los hombres. Además, sus genes así como también el grosor de su piel juegan un rol crucial en la determinación de cuánta celulitis hay en su cuerpo. Y, si usted raramente hace ejercicio y come una dieta deficiente y desequilibrada, podrá apostar su pote de crema anticelulítica ya que será muy difícil pelear contra toda la celulitis que habrá en su cuerpo.

Luchar Contra la Celulitis; Sentirse Genial
La pregunta número uno en la mente de todas las mujeres cuando ven que tienen celulitis es la siguiente: "¿Cómo me deshago de ella?". A pesar de que estamos buscando un remedio milagroso para erradicar la celulitis para siempre y que nos permita mantener nuestro bello cuerpo alejado de este vil invasor, desafortunadamente -en la actualidad- no existe ningún remedio disponible que pueda erradicar la celulitis de manera permanente.

Dado que lo que usted come y el nivel de ejercicios que realice son los principales factores detrás de la celulitis, el hecho de seguir una dieta balanceada y hacer ejercicio regularmente la ayudarán a aliviar los síntomas de la celulitis. Tanto los ejercicios aeróbicos como los de estiramiento son buenos ‘tratamiemtos para atacar la celulitis’.

Aunque seguir un estilo de vida saludable y sano siempre es una buena idea, cuando usted está embarazada es más necesario que nunca. No solamente para reducir su celulitis, sino también para asegurarse de que su bebé se desarrollará y crecerá saludablemente. Y, enfrentémoslo, ésto es verdaderamente mucho más importante que unos pocos hoyuelos antiestéticos en sus muslos.

Pero, digamos que usted ya está siguiendo una dieta sana (la mayor parte del tiempo) y que se ejercita -al menos- tres veces por semana, pero la celulitis aún está ahí. ¿Qué otra opciones tiene?

El monstruo de la infertilidad, ¿qué es? ¿Cómo vencerlo?

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La infertilidad es un problema común que afecta a una de cada seis parejas. Puede ser definida como la incapacidad de completar un embarazo luego de un tiempo razonable de relaciones sexuales sin tomar medidas anticonceptivas. Las causas del incremento en la prevalencia de la infertilidad son difíciles de establecer. Este aumento podría deberse por lo menos a cuatro factores: postergación del momento en que se decide tener hijos, alteraciones en la calidad del semen debido a há- bitos como el tabaquismo y el alcohol, cambios en la conducta sexual y eliminación de la mayoría de los tabúes.
Es indiscutible que las costumbres sociales han variado, por ejemplo, la edad a la que las parejas decidís tener hijos. Esto se debe a que las parejas buscáis una estabilidad personal, social, económica y laboral antes de tener descendencia, lo que suele ocurrir cuando la mujer ya ha cumplido los 30 años, edad en la que la capacidad de reproducción puede haber disminuido.
Someterse a un tratamiento médico produce, en casi todos los casos, importantes alteraciones emocionales y estrés en los pacientes, pero en el caso de los tratamientos por infertilidad, estas consecuencias se viven con especial intensidad. La capacidad reproductiva es un aspecto muy privado de vuestra vida, por lo que el inicio de una intervención terapéutica por infertilidad se suele asociar con la cesión de un elemento importante de vuestra intimidad a personas externas al núcleo de la pareja (médicos, enfermeras, personal sanitario, etc.). En los casos en que el motivo de la infertilidad no está determinado, estas alteraciones suelen manifestarse en mayor medida.
En el caso de la infertilidad, por ejemplo, los datos parecen indicar que las mujeres muestran más grado de malestar que los hombres, ya que suelen valorar en mayor medida los problemas de fertilidad como un cataclismo, además de soportar directamente el tratamiento y de sentir su fracaso con la bajada de la menstruación. El modo en que cada sujeto va a verse afectado emocionalmente por el diagnóstico y el tratamiento de su problema de infertilidad/esterilidad es diferente en cada caso y depende de su personalidad, equilibrio emocional previo, recursos emocionales y conductuales, apoyo social externo, estado de sus relaciones de pareja, disponibilidad económica, etc., por citar solo algunos ejemplos pero, sobre todo, de las estrategias de afrontamiento que despliega ante el problema.
Sin embargo existen también numerosos casos en los cuales, muchas parejas han podido superar a este monstruo de la infertilidad, y hoy disfrutan de sus hijos.
Los tratamientos son variados y generalmente muy caros, pero afortunadamente también existen otro tipos de tratamientos que implican costos casi nulos, y resultados igual o mejor que los más caros, sin la necesidad de bombardear al cuerpo de las futuras mamás con drogas y hormonas.
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¿Cómo y cuándo poner las normas a nuestros hijos?

Los límites y las rutinas deben estar presentes en nuestro hogar desde que el niño nace. Las necesidades básicas del bebé van estructurando una serie de acciones que se repiten en el día a día. A medida que va adquiriendo nuevos comportamientos nos vamos dando cuenta de que es necesario ir poniendo límites. Así, por ejemplo, cuando empieza a desplazarse y empezamos a quitar todo lo que se le puede caer encima, también le vamos avisando del peligro y haciéndole ver que hay cosas que no puede tocar. En ocasiones lo que ocurre es que nos parece haber llegado a una situación insostenible donde todo es un caos. La casa está totalmente desordenada, los niños se comportan de manera totalmente incontrolada, cualquier incidente nos desborda... en una palabra: no podemos más. Pues bien, incluso en estos casos, es posible recuperar o instalar unas normas. Para hacerlo, dedica un tiempo a pensar qué es lo que quieres conseguir. No vale decir que deseas que los niños se porten bien; debes ser más específico y marcar objetivos que se puedan observar fácilmente: no vamos a gritar, no vamos a tirar las cosas, te vas a bañar solo, etc. Se trata de que marques claramente la norma, que todo el mundo sepa de qué estamos hablando.
• Recuerda que también es importante que no sean muchas. Elige aquellas que para ti son más importantes y empieza por ellas. Ya habrá tiempo de elegir otras. Y aunque tu casa te parezca un desastre, confía en que las cosas pueden empezar a ser diferentes. A continuación tienes un ejemplo: Las normas de casa
• Aprendo a tratar a los demás: no insulto, no pego y no grito.
• Cuando me equivoco pido perdón. • Cuido las cosas y las guardo.
• Veo la televisión y cuando acabo la apago. • Ayudo a mamá y a papá a poner y a quitar la mesa; así aprendo.
• Cuando quiero salir pido permiso.
Si te ayuda, no dudes en colocar un cartel en un lugar visible de tu casa para que todo el mundo conozca lo que debe hacer, aunque claro, eso no garantiza que se cumplan. Para conseguirlo, necesitamos práctica. Además, es imprescindible que a la norma le acompañe su consecuencia (tanto positiva como negativa). Más adelante veremos algunas maneras de hacerlo.

¿Por qué nos cuesta poner límites a nuestros hijos?

 Aumenta la inteligencia de tu hijo
Muchas veces nos cuesta imponer las normas porque no estamos plenamente convencidos de ellas. Si tienes dudas en cuanto a una norma en concreto, reví- sala para ver qué está fallando. Si tú no lo tienes claro, lo más probable es que tu hijo perciba esa inseguridad y no consigas instaurarla. En ocasiones lo que sucede es que nos sentimos demasiado presionados por los demás. Por ejemplo, tenemos claro que no podemos comprar a los niños todos los juguetes que nos piden. Sabemos que de hacerlo aprenderán poco sobre la importancia del esfuerzo y les costará aceptar que no se puede conseguir todo lo que se desea. Pero recibimos una fuerte presión para comprar y comprar. La publicidad de la tele es continua, los juguetes están accesibles en cualquier temporada, parece que no eres un buen padre si no le compras algo por haberse portado bien en casa, etc. Debemos estar atentos a todas estas presiones y evitar que sigan influyendo en lo que nosotros deseamos conseguir. Una vez más: tú eres el adulto y pones la norma. Debes pensar en ella, conviene que hables con otras personas y te informes y que llegues a un consenso, pero todo debe partir de tu deseo pues tú eres quien educa. Tu hijo, en cuanto pueda, empezará a mostrar negación hacia la norma. Alrededor de los 2 años puede empezar a decirte a eso que NO. Deberás creerte que realmente eres tú quien dice lo que se puede o no se puede hacer, aunque te cueste, aunque te parezca que le estás haciendo daño... Pero tu hijo necesita saber que eres tú quien pone las normas, pues eso le permite desarrollarse en un entorno seguro. A medida que vaya creciendo y aumente su capacidad de razonar podrá ir participando en la elaboración de esas normas y, ya adolescente, incluso deberéis intentar llegar a acuerdos sobre las mismas. En algunos momentos será necesario insistir en unas normas determinadas frente a otras. Una vez conseguidas, es posible que surjan nuevas situaciones a las que haya que poner reglas. Y es que la vida no es siempre igual, por eso las normas se pueden ir modificando y adaptándose a las nuevas situaciones. Cuando las normas se han vivido de forma razonada y coherente acaban teniendo validez para tu hijo no sólo porque tú lo dices, sino porque él las considera importantes.

¿Qué hacer cuando tenemos hijos de diferentes edades? Las normas básicas pueden y deben ser comunes. Está claro que no todos los hijos se deben acostar a la misma hora, pero tus hijos pueden aprender que la norma no es la hora en sí, sino que cada uno tiene un momento para irse a la cama. Las normas de respeto hacia las personas y las cosas son para todos, así como aquellas dirigidas a cumplir con las responsabilidades de cada uno. Es conveniente que cada uno sepa que debe contribuir con algo para que la casa funcione bien. A veces conviene ponerlo por escrito en un lugar visible para todos: ¿de qué se ocupa papá o mamá o el hermano mayor? Cada uno tendrá tareas en función de su edad y de sus capacidades.

La importancia de poner límites a nuestros hijos.

Además del horario, es conveniente que en nuestro hogar existan una serie de normas que contribuyan a un crecimiento sano de nuestros hijos, y al desarrollo de una convivencia adecuada. Algunos padres piensan que sus hijos no son capaces de entenderles hasta que no han adquirido un nivel suficiente de lenguaje. Pero lo cierto es que los niños, antes de pronunciar cualquier palabra, son capaces de comprender muchos mensajes.
 Para que sean realmente útiles las normas deben ser:
• Claras y sencillas. No pierdas el tiempo con demasiadas instrucciones, pues lo más probable es que tu hijo pequeño no las entienda. Y cuando son mayores, si nos alargamos demasiado con las normas, podemos caer en el error de sermonearles continuamente. Así que, si ese objeto no se toca, dile: «Eso no se toca» en lugar de: «¡Estoy harto de que toques todo lo que encuentras! ¡Deja eso inmediatamente en su sitio si no quieres tener problemas!».
• Coherentes. Es importante que no sean el resultado de un impulso o una improvisación. Las normas deben pensarse para no aplicarlas de forma arbitraria.
• Descritas con sus consecuencias. Tu hijo debe aprender qué pasa si no cumple con la norma. Las consecuencias deben estar claramente definidas y ser conocidas por todos.
• Firmes. Como veremos más adelante, el tono de voz con el que te diriges a tu hijo va a ser fundamental para transmitirle la importancia de la norma. Ni hablar alto ni de forma agresiva conseguirá mayor efecto que si te diriges a él de una forma clara y firme.
• Para todos. Todos debemos cumplirlas. De nada servirá que le digas a tu hijo que hay que comérselo todo si a ti no te gusta la mayoría de los alimentos o que debe leer si tú no coges un libro. Tú eres el ejemplo. Por otro lado, las normas no son personalizadas. Si nadie puede gritar, no se lo puedes permitir ni a tu hijo pequeño ni al mayor.
• Necesarias y suficientes. Elaborar un gran número de normas no garantiza que tu hogar vaya a funcionar mejor. Es esencial que dediques un tiempo a elegir aquellas normas especialmente importantes en tu casa, entre las que conviene destacar: el respeto hacia los demás y las cosas, contribuir al orden o responsabilizarse de las tareas asignadas.
• Adaptadas al grado de maduración de tus hijos. Cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo y aceptarlo es fundamental para ir exigiéndole cosas. Cuando establezcas las normas piensa en lo que tu hijo puede hacer; si le pides más, corres el riesgo de que no lo consiga y eso aumentaría su inseguridad y frustración (además de convertirse en una lucha continua); si le pides menos, estarías favoreciendo la sobreprotección e impidiéndole crecer con confianza en sí mismo. ¿Quién pone las normas? Las normas las pone el adulto. Tú eres quien sabe lo que quieres enseñar a tu hijo, aunque a veces te surjan dudas sobre el modo de conseguirlo. La mayoría de las veces hemos tenido poco tiempo para pensar sobre todo esto. Por eso, antes de precipitarse, es conveniente reflexionar sobre lo que deseamos conseguir.
Para ello:
• Valora lo que has recibido de tu educación y utiliza aquello que te ha sido útil. Recuerda la manera en la que tus padres te educaron y rescata lo que te ha ayudado a sentirte bien y a confiar en ti mismo. A lo mejor te ayudó que tus padres te enseñaran a cuidar los juguetes o a no conseguir todo aquello que pedías. También piensa en aquello que consideres que se podía haber hecho de una manera diferente para no repetirlo con tus hijos.
• Utiliza otros modelos. A lo largo de tu vida habrás encontrado otros estilos educativos (observando a otros padres, experiencia con maestros, etc.). Sírvete de lo que has visto para aplicarlo a tu forma de educar.
• Intenta tener claros los valores que deseas transmitir. Si por ejemplo para ti la sinceridad y el respeto son importantes, dales cabida en tus normas.
• Lee e infórmate. Existen estrategias y técnicas específicas que nos ayudan a acercarnos a los niños para participar en su proceso educativo.
En la elaboración de las normas es imprescindible que haya consenso entre los adultos que educan al niño. Para lograrlo es necesario hablar con las personas implicadas, intentando encontrar lo que realmente es mejor para el menor. Si a tu hijo lo cuidan abuelos u otras personas, comunícales cuáles son las normas y qué vais a hacer cuando se cumplan y cuando no. Habla con tu pareja sobre lo que consideráis importante en la educación de vuestro hijo y estableced la manera de conseguirlo. No se trata de imponer nuestra forma de entender las cosas. Cada uno de vosotros ha sido educado en un contexto diferente y posiblemente hayáis vivido situaciones distintas. Intentad llegar a un consenso. A veces ayuda hablar con otras personas (padres, profesores, psicólogos, etc.) pues nos dan pistas sobre la manera de abordar determinadas situaciones. Es cierto que sólo si estamos convencidos de que pueden ser útiles podremos asumir los consejos y orientaciones de los demás, por lo que es importante mantener una actitud abierta y reconocer que existen otros puntos de vista y maneras de hacer las cosas. Cuando hayáis decidido las normas que queréis que regulen vuestra familia, deberéis hacer lo posible para mantenerlas. Es importante que las personas implicadas en la educación del niño sean constantes en la aplicación de las normas y así evitar que el niño reciba mensajes contradictorios. Aunque cada familia pone las suyas, está claro que existe una serie de normas imprescindibles para garantizar la convivencia y un adecuado desarrollo de los niños.

Son normas esenciales:
• Las que respetan sus necesidades básicas: horas de comer y de ir a la cama, fundamentalmente.
• Las que le enseñan a respetar a los demás y a las cosas: no se insulta, ni se grita, ni se pega; no se tiran las cosas ni se rompen los juguetes...
• Las que permiten un adecuado desarrollo de su autonomía: dejamos que los niños hagan solos lo que pueden hacer por sí mismos.
• Las dirigidas a repartir las responsabilidades entre los miembros de la familia.

La importancia de las rutinas

Saber en cada momento lo que va a suceder nos permite sentirnos más seguros. Anticipar que ahora vamos a comer o irnos a la cama permite al niño desarrollarse en un entorno organizado que le ayuda a estructurar su mente y su comportamiento. Por eso, un buen comienzo para conseguir que nuestro hijo asuma responsabilidades y no proteste por todo es organizar el tiempo, es decir, hacer un horario que recoja cómo está organizada nuestra vida familiar. Este horario no puede ser común para todas las familias pues las circunstancias son muy diferentes como también lo son las preferencias. A lo largo del día deben quedar recogidos los tiempos para comer, para dormir y para asearse como hábitos básicos en el desarrollo del niño. Pero también son importantes otros tiempos dedicados al juego, a las relaciones con los demás, al deporte, etcétera. El tiempo se aprovecha más y mejor cuando uno está organizado. En ese horario también puede quedar recogido, siempre que sea posible, un reparto de responsabilidades. Mientras uno de los padres prepara la cena, el otro puede bañar al niño. Cuando tenemos varios hijos, podemos alternarnos con nuestra pareja para que cada uno se ocupe de un niño en los momentos de aseo o de ir a la cama. Así, si hoy bañas al pequeño mientras tu pareja acompaña al mayor, mañana puede hacerse a la inversa. En estos casos es importante que se respeten las mismas rutinas y consignas. Si tu pareja permite que vuestro hijo mayor se enjabone la cabeza él solo, hazlo tú también de esta manera. El niño sabe que está con vosotros, pero que las cosas se hacen independientemente de si está con su padre o con su madre, y eso favorecerá enormemente la autonomía y la consolidación de cualquier norma. Esta organización, costosa cuando nunca la hemos puesto en práctica, nos permite sentir que controlamos el tiempo, aunque estemos continuamente ocupados. La mayoría de los padres tenemos la sensación de que todo va muy rápido. Estamos deseando acostar a los niños para recoger un poco, preparar las cosas del día siguiente, hablar de nuestras cosas, cenar, etc. Esa ansiedad suele llegar a los niños que, por ejemplo, viven el momento de ir a la cama como «se quiere deshacer de mí». El horario contribuye a eliminar esta tensión, siempre que lo vivamos como una ayuda y como algo que nos permite mantener una relación más relajada con nuestros hijos. Lo más probable es que ellos protesten menos con una buena organización y eso relaja a cualquiera.

Algunas consideraciones sobre los horarios: 
• Cuida especialmente los momentos de alimentación y descanso. Cuando un niño ha comido y dormido bien, está mucho más tranquilo y feliz.
• El horario debe cubrir principalmente las necesidades de los niños y no supeditarse a las del adulto. Si tu hijo necesita dormir diez horas, debes asegurarte de que  se acuesta a la hora que le permite descansar ese tiempo. Y si ese día no puede ver a su padre/madre porque vuelve tarde del trabajo, pues no pasa nada, le verá al día siguiente.
• El horario debe respetarse. Es cierto que debemos ser flexibles con el tiempo y no agobiarnos cuando se modifica, pero no podemos dejar que el horario dependa, por ejemplo, de nuestro estado de ánimo. Si solemos acompañar a los niños a la cama en torno a las nueve y hoy estamos muy cansados porque hemos tenido un día duro, no podemos cogerles sin más y meterles en la cama una hora antes; ni permitirles que se queden hasta las diez porque hoy nos apetece jugar con ellos. Si les «enseñas» que el horario se puede cambiar porque sí, entonces ellos también «exigirán» esos cambios cuando les apetezca.
• Es importante que el horario esté consensuado y sea respetado por todos. Los niños deben aprender que determinadas cosas se hacen independientemente del adulto que esté con ellos.
• Anticipa a los niños el cambio de actividad. El horario es una ayuda siempre que no funcione a toque de corneta. Es necesario que el niño conozca con un mínimo de antelación lo que va a suceder después. Ten en cuenta que tu hijo pequeño no entiende ni de horas ni de relojes y que eres tú quien va poniendo ese conocimiento con las rutinas. Y es normal que no deje los juguetes y salga corriendo al baño a la hora que has fijado. Necesita que le avises que vais a bañaros con un poco de anticipación. Basta con que le digas: «Dentro de un ratito vamos a bañarnos» y se lo recuerdes una vez más con alguna otra instrucción: «Vamos a bañarnos dentro de poco; es hora de recoger los juguetes».
• Intenta que el horario incluya un tiempo para ti y para tu pareja. Seguramente te parece imposible; a veces no se cuenta con suficiente ayuda y las demandas de los niños son muchas. Pero si hay un tiempo organizado en el que tu pareja juega con tu hijo, a lo mejor puedes ponerte a leer un rato o hacer algo que te apetezca. Y si podéis tener un rato después de acostar a los niños para charlar y estar juntos, pues mucho mejor.

Crianza con apego.

Al hablar con familiares o conocidos, los términos de crianza con apego, crianza respetuosa, o simplemente, educar a nuestros hijos sin violencia ni golpes, le parece a mucha personas ideas “nuevas”, “inventos”, “no va a resultar”, “a mi así me educaron y no me traumaron”. Muchas ideas sobre este tema vienen del “Attachment parenting”. Es un término usado por el Dr. William Sears (www.askdrsears.com), en google pueden encontrar muchísimas páginas sobre este tema en diversos países, en España, por ejemplo, existe la Asociación Criar con el Corazón. La idea del “vínculo paternal” o “attachment parenting” se remonta a los años cincuenta, con estudios del psiquiatra John Bowlby. El apego entre padres e hijos es “una necesidad biológica” y algo común en todos los primates, sostiene Bowlby. En cada fase de crecimiento, los niños (las crías) buscan la proximidad, el contacto y la protección de una persona adulta. Durante siglos, ésa ha sido la clave de la supervivencia. El doctor William Sears, padrino del “attachment parenting“, tiene más de una década rebelándose contra la pediatría oficial y promueve una relación más cercana y armoniosa entre padres e hijos.
 • En síntesis, ¿cual es la idea? el respeto, respetar al niño como a cualquier otro individuo, respetar sus ritmos de crecimiento, respetar sus horarios, respetar su necesidad de contacto, respetar el derecho del bebé a una lactancia materna y si por alguna razón no puede realizarse, que sea con la mayor información, respetarlo desde que viene al mundo, tratando de que sea en las mejores condiciones posibles (que las mejores condiciones no son necesariamente un lujoso hospital).
• Esto no significa que vamos a ser esclavos de nuestros hijos, ni que criaremos niños desobedientes, de esos que dan miedo; de hecho muchos de esos niñitos que no entienden nada, es muchas veces por que los papás recurren al grito, a la nalgada, a dar objetos en lugar de dar tiempo y atención, o a “métodos” que de inicio parece que eliminan el problema, pero que a la larga ocasionan aun mas.
• Esta forma de crianza es el cimiento de una maravillosa relación, al inicio parece duro, además de la presión del entorno, yo puedo atreverme a afirmar, ahora con mi hija de siete años, y otra de 20 meses, que todo ha valido la pena.
• Esto no es una moda, un sinnúmero de familias hacemos crianza con apego o attachment parenting sin saberlo, o sin leer nunca un libro especializado, se trata de escuchar al instinto, al corazón y a nuestros niños. • No se trata de criar niños consentidos, pero no aplica el “no lo cargues por que te va a tomar la medida” “si son listillos los niños“; ¿por que? por que sí; los niños son listos, saben lo que quieren y quieren a mamá y a papá, contacto físico, atención verdadera, en pocas palabras, los niños necesitan más brazos, gados, pero manteniendo la proximidad física y el contacto. El pediatra del “apego” defiende a capa y espada las virtudes de la cama familiar (dormir con nuestros hijos en la misma cama o la misma habitación) y resume sus siete “mandamientos” en dos: cree en el llanto de tu hijo y ¡cuidado con los “expertos”! han servido de acicate para miles de padres de todo el mundo, reunidos en Attachment Parenting International, que cuenta ya con grupos en países europeos como Gran Bretaña, Holanda y Alemania. Según William Sears y muchos otros defensores de la crianza con apego, los cimientos del “vínculo” se crean en el nacimiento, en ese “período sensitivo” tan común para todos los mamíferos y tan ajeno a los asépticos protocolos hospitalarios. La lactancia, y el contacto piel a piel con la madre, es una fuente de alimento no sólo material sino también emocional para un niño en los primeros meses de vida.
mimos, ser escuchados y contacto físico y menos Wii y televisión.
• Tampoco es dejar que hagan toooodo lo que quieran, yo no dejo a mi hija que maneje la estufa, ni que salga cuando quiere, ni que coma dulces hasta reventar, es más, siendo tan “consentidora” como soy, mucha gente se ha sorprendido de lo obediente que es mi niña y de cómo nos entendemos.
• No es un “seguro de buen comportamiento”. Muchos padres buscan en libros, en internet, “los siete pasos para que nuestros niños no nos den problemas” o “cómo solucionar los problemas sin esfuerzo”, un niño criado con apego tiene dias de berrinche, puede ser que tarde para dejar el pañal, puede ser tímido, puede ser un niño muy inquieto, o terriblemente distraído; son niños, con toda la complejidad de los seres humanos, yo no aseguro que serán unos angelitos que digan “si señor”, se coman todas las verduras y levanten sus juguetes al terminar de jugar, pero puedo asegurar que uno al hacer el esfuerzo de entenderlos y buscar otras formas para hacernos comprender, seremos mas felices y será un poco mas fácil superar esos pequeños y grandes retos del día a día.
• Parece que es complicado, pero es más complicado “desconectarte” de tus hijos, pegarles en lugar de hacer el esfuerzo de razo- “No quiero entrar en lo que es bueno o malo para el niño a largo plazo, si va a ser más o menos inteligente porque duerma contigo o lo lleves en brazos. Lo que los niños necesitan, hoy y ahora, es afecto y proximidad. Y lo que han aconsejado por desgracia los ‘expertos’. Durante muchos años, es justo lo contrario, hasta el punto de prohibir casi el contacto entre madres e hijos”. nar con ellos, ponerlos frente a la TV en lugar de regalarles un ratito, aunque te sea urgente lavar los trastes, o darles cosas en lugar de darles tiempo, muchas de estas cosas, de momento funcionan, pero a la larga, generan mas problemas.
• No significa que son “reglas” rígidas para hacer las cosas, son conceptos que pueden adaptarse a cada familia, por que cada familia es única, tiene su dinámica y sus reglas. Cuando un niño tiene lleno su “tanquecito” de brazos, comienza a pedir que se le ponga en el piso y, poco a poco, se hará mas independiente porque tiene la seguridad de que su mamá responde a sus necesidades y se crea una relación de una mamá que conoce bien a sus hijos y viceversa. En cuanto al tema de la lactancia, jamás leerás que la leche artificial es mejor que la leche de mamá, habrá “mamis” que por alguna razón no hayan podido dar pecho, pero pese a las circunstancias de cada quien, la leche materna es lo mejor para un bebé y ninguna leche comercial la supera. Sobre el tema de disciplina, todas hemos tenido un mal dia, probablemente alguna vez hayamos perdido los estribos y dado una nalgada o dicho alguna palabra dura, pero nunca van a encontrar un “es necesario pegarles”, “si no los disciplinas se te suben a la cabeza”, “la nalgada a tiempo es buena” “no pasa nada, sólo fue una nalgadita”, pero si encontrarás “cómos”, tips para el dia a dia con tus hijos sin recurrir a los golpes ni a la agresión verbal.

Por LETICIA JIMÉNEZ.

Lactancia materna, ventajas para la mamá, la familia y el medio.

El inicio de la LM en el posparto inmediato permite la secreción de oxitocina a través de la succión del pezón por el recién nacido, la cual promueve las contracciones uterinas y la expulsión rápida de la placenta, y evita la hemorragia posparto, acelerando la involución uterina. Con la LME se incrementa la secreción de prolactina, se impide la secreción de hormona liberadora de gonadotropinas por el hipotálamo y a su vez de gonadotropinas hipofisiarias (hormona foliculoestimulante y luteinizante), se inhibe el desarrollo de los folículos ováricos, ovulación y menstruación, esta inhibición se prolongará mientras la lactancia sea frecuente, incrementará el intervalo entre los embarazos y estimulará la producción suficiente de leche para el bebé. Previene la depresión posparto, ya que la oxitocina liberada durante la succión del pezón desencadena en la madre un efecto tranquilizador y de bienestar. Al amamantar se secretan endorfinas que alcanzan un pico máximo a los 20 minutos de iniciada la lactancia, provocando en la madre sensaciones placenteras. El bebé también se ve recompensado, porque se las transfiere a través de la leche, creando un vínculo (apego) muy especial. La LME incrementa la producción de prolactina, que facilita la actividad de la lipoproteina lipasa en la glándula mamaria y la inhibe en el tejido celular subcutáneo, disminuyendo el depósito de tejido adiposo, condicionando en las mujeres una recuperación del peso previo al embarazo más rápidamente, observándose a los seis primeros meses una disminución de la cadera entre un 4 y 6% aproximadamente. Otra ventaja para la madre es la protección contra el cáncer de mama y ovario. También le brinda comodidad a la madre, porque no tiene que preparar ni esterilizar biberones, especialmente cuando trabaja o viaja.

Ventajas Familiares y sociales
La LM refuerza los lazos afectivos en la familia, promueve el cuidado de los hijos, previene el maltrato infantil y el retraso de nuevos embarazos. Con este tipo de alimentación, la familia obtiene ventaja econó- mica al no gastar en leche artificial, biberones, envases, etc., con un menor costo en la salud de sus integrantes, repercutiendo en todas las sociedades, ya que disminuye la morbilidad infantil en el mundo y la mortalidad en los países en vías de desarrollo.

Ventajas ecológicas
La leche humana es un producto natural, renovable y no contaminante. Con esta práctica de alimentación se evita el daño al medio ambiente, ya que los intereses comerciales de la alimentación artificial han propiciado la creación de industrias para procesar la leche, fabricar envases y biberones que consumen grandes cantidades de combustible y producen contaminación. Promueve el uso de aluminio, estaño, cartón y papel para la elaboración de recipientes, que al desecharse generan basura; la leche envasada contiene cuarenta veces más aluminio y nueve veces más cantidad de plomo que la humana, además la producción de leche de vaca ha provocado la destrucción de bosques para crear pastizales. Otros fenómenos condicionados por la alimentación artificial, son la producción de biberones y utensilios de plástico, vidrio, silicona o de hule, que al ser incinerados como basura, generan sustancias cancerígenas (dioxinas). También se fomenta el consumo de apósitos, tampones y papel por parte de las madres que no amamantan y que presentan su periodo menstrual tempranamente. Se usa indiscriminadamente el agua para preparar la fórmula láctea, lavar los utensilios y hervir los biberones y chupones.

Lactancia materna, ventajas para tu hijo.

Las ventajas inmunológicas son bien conocidas hasta los primeros 6 meses de vida, pero la protección frente a muchos patógenos se alarga hasta los 2 años y medio.
La protección contra las enfermedades se clasifica de la siguiente manera:
a) Enfermedades gastrointestinales. Se han identificado componentes de la leche materna que confieren protección contra patógenos específicos del intestino como Rotavirus, C. jejuni, C. diffícile, G. lamblia, S. tiphymurium, especies de Escherichia, Shigella y V. cholerae.
b) Enfermedades respiratorias y otitis media. La LME protege contra las infecciones de las vías respiratorias altas, principalmente la otitis media. En varios estudios se ha demostrado también que la frecuencia y gravedad de las infecciones de las vías respiratorias bajas como la neumonía, bronquitis y bronquiolitis disminuye en los lactantes alimentados con leche humana.
c) Otras infecciones. La leche humana protege contra la enterocolitis necrosante en lactantes de pretérmino y contra la bacteriemia y meningitis causada por H. influenza tipo B.
d) Disminución de la inflamación. La leche materna protege al lactante y a la glándula mamaria contra agentes patógenos, sin producir efectos inflamatorios.
e) Estimulación de la inmunidad. Hay evidencias epidemiológicas y experimentales de que la leche materna afecta la inmunomodulación a largo plazo y los lactantes corren menor riesgo de padecer enfermedades alérgicas, trastornos digestivos crónicos, Diabetes mellitus tipo 1, enfermedad de Crohn y linfoma. Además, las concentraciones de anticuerpos neutralizantes para el polisacárido Hib, la vacuna del poliovirus oral y el toxoide de la difteria, en respuesta a las vacunas aplicadas en la infancia, son más altas en los bebés alimentados con leche materna.

La leche humana se adapta a las necesidades nutricionales del lactante, contiene lípidos que representan su principal fuente de energía, ya que le proporcionan triglicéridos, que son ácidos grasos esenciales imprescindibles para el crecimiento y desarrollo del cerebro, retina y los centros auditivos y que además cumplen con funciones estructurales de la membrana celular y síntesis de prostaglandinas. La lactosa es el principal hidrato de carbono, necesario para el crecimiento y desarrollo del sistema nervioso central (SNC). De igual forma, las proteínas proporcionan aminoácidos esenciales, que favorecen el desarrollo de este mismo sistema. Por otra parte, la LME promueve un mejor desarrollo motor infantil. La vitamina A asegura el crecimiento, desarrollo y modulación de los huesos y cartílago, la vitamina E incrementa la producción de inmunoglobulinas, favorece la función normal de linfocitos T y tiene actividad antioxidante que estabiliza la membrana celular, la vitamina D controla la absorción y homeostasis del calcio. La vitamina C tiene diversas funciones, como el sintetizar colágeno y glucosaminoglucanos que constituyen el tejido conectivo y carnitina necesaria para la formación de catecolaminas; también participa en el desarrollo y funcionamiento del SNC, permite la eliminación de fármacos y tóxicos por el hígado y actúa en el sistema inmunitario. Las vitaminas del complejo B funcionan con carácter coenzimático en el metabolismo. La cantidad de agua de la leche materna es del 87%, por lo que el bebé amamantado no necesita agua complementaria, tiene menos sobrecarga renal y un menor riesgo de deshidratación. El bebé puede digerir la leche materna fácilmente, porque la caseína forma cuajos de consistencia blanda en el estómago y se asimila más rápido, además la presencia de lactosa en todo el intestino delgado favorece el tránsito intestinal, con deposiciones más líquidas y ácidas, que contienen cuerpos reductores que evitan el estreñimiento y la dermatitis del pañal. Debido a las prostaglandinas que estimulan la motilidad intestinal, la frecuencia de vómito, diarrea, regurgitaciones y reflujo es baja. Las proteínas homólogas disminuyen la posibilidad de reacciones alérgicas como el asma, eccema y eritema, ya que el bebé no se expone a antígenos alimentarios extraños. Siempre está disponible a la temperatura y consistencia adecuadas, lo que favorece una mejor tolerancia. Si se continúa el amamantamiento en presencia de diarrea mejora la consistencia y disminuye el número de evacuaciones. Durante la succión del pecho, los músculos de la mandíbula del niño se ejercitan, lo que fomenta el desarrollo de una mandíbula bien formada con dientes rectos.
El vínculo que se establece en la LME, le brinda al bebé una sensación de bienestar y seguridad, lo que constituye la primera experiencia social de su vida, de esta manera le potencializa una autoestima adecuada y una inteligencia emocional para toda la vida, así como la atención y protección materna.

¿Cómo fue la experiencia de parto en casa? Relato real.

¿Como llegué a un parto en casa? Siento que el parto sucedió de la mejor manera y que todo me llevó a esto casi sin darme cuenta, como en un camino que se fue haciendo de manera medio inconsciente, aunque fue también un trabajo de preparación consciente a través de lecturas, re- flexiones y decisiones. Lo de la casa surgió “solo”. No estaba previsto así. Hasta dos semanas antes de parir, pensaba ir a una pequeña clínica con tina de agua y eso me hacía feliz. Dos cosas me hicieron cambiar: hicimos cambios en la casa y empecé a sentirme muy cómoda en ella; pusimos una cama amplia en el piso de la recámara y sentía por las noches que ahí podría parir. Otra cosa me hizo pensar: me enteré, con las parteras con quienes me estaba preparando, de dos casos que estaban previstos en casa y que acabaron finalmente en el hospital… así que pensé: se puede empezar en casa y, en caso de que se necesite, ir al hospital. Lo compartí primero con mi compañero que me dijo que si me sentía bien así: adelante. Luego lo planteé a la doctora y me dijo que sí, que era una posibilidad. Creo que lo más importante en este tipo de decisión es sentir muy profundamente dónde una se siente más cómoda: si es en la casa, muy bien, si es en el hospital, también. Creo efectivamente que el factor confianza y seguridad juega un papel fundamental en el desarrollo del parto. Por eso, también es muy importante contar con el apoyo de la gente que te rodea, que no haya tensión o duda, que una se sienta libre de sus decisiones y respetada. Y por supuesto es fundamental rodearse de profesionales que tienen la misma visión que tú del parto y que te pueden ayudar a tener confianza en ti: sentirte escuchada con tus dudas, tus inquietudes, sentir que puedes confiar en su experiencia y saber que tomarán las decisiones adecuadas en cada momento. Y no olvidar que todo puede pasar y que hay que estar listos para cualquier situación. Finalmente sucedió algo mágico: el mismo día en que hablamos con la doctora de la posibilidad de tenerlo en casa empezaron las contracciones…
El parto de Lucio
Nunca se puede saber cómo va a ser un parto: aunque mi idea durante meses fue tenerlo en el agua, o por lo menos estar en el agua caliente durante las contracciones, finalmente no me moví de un metro cuadrado durante todo el trabajo de parto más que para ir al baño, y no se me hubiera antojado ni ir bajo la regadera. A pesar de eso, me sirvió mucho prepararme interiormente y visualizar el parto. Todo mi ser se estaba preparando. Soñé mucho con partos durante todo el embarazo; eran a veces muy raros –paría un negrito con barba, paría y seguía el bebé en la barriga…-, pero todos eran rápidos y sin dolor. Eso me ayudó mucho en tener confianza y en perder el miedo. Sentía que mi inconsciente se estaba preparando, buscando y encontrando soluciones. También me ayudaron mucho las lecturas que presentan a la mujer como actora de su parto, como due- ña de su cuerpo y teniendo los recursos necesarios para parir. Me encantó leer las experiencias de otras mujeres. Pensaba en todas las mujeres que habían parido durante siglos y llegué a sentir que hasta sola tenía que poder hacerlo, aunque sabía que no iba a pasar. En este punto sólo me podía visualizar pariendo parada, libre de mis movimientos y de mis actos. Finalmente, nadie había muerto por dolores de parto… En la preparación y en el momento del parto me ayudó también mucho la yoga; la yoga enseñó a mi cuerpo -y a mi alma- a no identificarse con el dolor, a exhalar profundamente para soltar toda tensión, toda resistencia, a sentirme fuerte y poderosa, a saber que tenía recursos insospechados y una sabiduría interna infalible que sólo hacía falta escuchar. No sabía qué iba a utilizar durante el parto, pero sabía que mi cuerpo y mi intuición me lo iban a decir. Ya ansiaba parir, quería esta confrontación, estaba curiosa de ver de cuáles recursos disponía mi cuerpo para librar esta batalla.
Y se rompió la fuente… 
Me puse un poco nerviosa: ya había llegado el momento, ya no había marcha atrás… Y empezó el baile. Mis contracciones se hicieron sentir como dolores en la espalda baja. Seguí la sugerencia de la doctora que acababa de decirme que me doblara hacia delante e hiciera “el ocho” como en la danza del vientre para que se moviera el bebé con la espalda hacia mi barriga y no hacia mi columna vertebral. Y sentí que en cada contracción este movimiento me ayudaba a lidiar con el dolor. Realmente sentí cada contracción –ola de apertura, como las llamaba mi partera- como si me abrazara el dolor. Era a la vez una enfrentamiento, una batalla cuerpo a cuerpo y un abrazo cariñoso: como en el amor en que fuerza, ímpetu y violencia son el lenguaje de la ternura. Me apretaba el dolor con fuerza y yo me movía lentamente y rítmicamente como para permitirle fluir, para soltar un poco este apretón salvaje y para ayudarle a abrirme toda. Era como una agônia –una lucha- de igual a igual. El dolor era mi contrincante y mi aliado: me revelaba que no estaba ahí para aniquilarme y que podíamos ir de la mano para dar paso a este nuevo ser. Y siguió el combate amoroso siempre más fuerte, más intenso, e iba reacomodando mi postura: en cuatro puntos, moviendo la pelvis como una ola, sobre una rodilla y un pie, y finalmente en cuclillas. La doctora me comparó a un delfín, a un ave abriendo sus alas… y lo cierto es que hay mucho de animal en un parto. Otro de mis recursos fue la respiración y la voz. No tenía energía para decir chistes, pero reía interiormente pensando en los vecinos que debieron imaginar que tenía una noche de locura con un orgasmo a cada minuto –también me daba un poco de pena, pero no lo suficiente para inhibirme. Exhalaba como un fuelle y al final hasta cantaba. Salía de mí una voz desconocida, fuerte, ondulante. Ahí estaba mi compañero, ahí estaban las doctoras, pero realmente yo estaba en otra parte, luchando en otra dimensión con ese “enamigo” invisible. Sin embargo, todos ellos fueron de una ayuda inestimable. Mi compañero respondió a todas mis necesidades proferidas como órdenes y tomó parte activa en el nacimiento de Lucio, sosteniéndome debajo de las axilas y ayudando al trabajo de la gravedad. Las doctoras no intervinieron durante todo el trabajo de parto sólo para decirme, en el momento de la expulsión, que cerrara la garganta para llevar mi energía hacia abajo, y me ayudaron de manera vital con el bebé y para la expulsión de la plac
enta. Cuando ésta salió de mi cuerpo, sentí que había regresado al planeta Tierra, al mundo “normal”, y que lo único que quería era dormir durante doce horas seguidas, lo que evidentemente no he podido hacer y que no voy a poder hacer por un buen rato… Este parto natural, salvaje, hermoso, “animalesco”, me permitió recuperarme muy rápidamente y me dio también un gran regalo al ponerme en contacto con esa fuerza que yace en el seno de la naturaleza. Me dio la oportunidad de tocar las estrellas para después no olvidar que el corazón de un hijo –de cada uno…- es pura luz.

Por la profesora de yoga Stéphanie Fellay.

¿Parto en casa? Algunas consideraciónes. Por la Dra. Norma Emilia Escalante Betancourt

Las propuestas que de manera creciente están surgiendo en todo el mundo, a partir de los sesentas, de realizar los partos en el seno del hogar para dar la bienvenida a otro integrante de la familia, además de ser un derecho inalienable de la mujer y su cuerpo, son principalmente la respuesta a las evidencias no sólo médicas sino también sociales, psicológicas, ecológicas y culturales hacia la cada vez más tecnificada y fría atención brindada en los hospitales. Una experiencia repetida de mujeres y familias que nos cuentan sus historias, historias que ahora forman parte de su biografía de vida y, por lo tanto, influyen de una manera u otra en sus vidas, así como en la interrelación madre e hijo, en el comportamiento en la infancia o más allá, en la capacidad de logro de las mujeres y aún en la capacidad de amar, que como ahora sabemos depende mucho de la cálida manera de nacer. ¿Porqué una mujer que va a dar a luz, decide hacerlo en su casa? Las razones pueden ser: “Me dan miedo los hospitales”, “quiero tener a mi hijo conmigo desde el momento de su nacimiento”, “no quiero que me “corten”, “quiero sentir el nacimiento Parto Respetado 9 de mi hijo no quiero ser anestesiada”, “mi médico me dijo desde siempre que lo mejor es que nazca por cesárea y yo no quiero”, “queremos estar mi pareja y yo juntos para recibir al bebé”, “deseamos un nacimiento sin violencia, con poca luz sin reflectores en sus ojos”, etc.

Planear un parto en casa.
Parir en casa es una elección individual, nunca a la ligera, sino que pasa por todo un proceso, desde información basada en evidencias; valoración de lo que se quiere y cómo se quiere, preparación; de la pareja; integración de todos los asistentes al parto, incluyendo el acompañamiento profesional; se requiere la armoniosa colaboración de todos cuya meta, es atender las necesidades de esa mujer en particular en su parto; lograr sus deseos de tener un parto saludable y un fruto saludable en sus brazos, en su propio espacio, en su hogar. Es de gran importancia el compromiso conjunto entre médico y embarazada en crear un embarazo sano, pensar en la unidad funcional del organismo y los efectos socioculturales y psicológicos que influyen en la embarazada. La labor clínica y preventiva del médico o la partera es dieta nutritiva preventiva para evitar anemia (que predispone las hemorragias), suficiente vitamina C para mantener vasos sanguíneos y tejidos fortalecidos, omega 3 para evitar en lo posible un episodio de preclampsia; calcio y magnesio para la contracción muscular adecuada, abundantes líquidos, exámenes pertinentes, una o dos ecografías en el embarazo si se cree conveniente, buen aumento de peso, ejercicios como la yoga o estiramientos, fomentar el bienestar con actividades diversas. Todo esto da como resultado un proceso de autocuidado, aunado a la preparación prenatal y entrevistas para cimentar la confianza en sí misma y en su cuerpo, investigación y manejo de condicionamientos y miedos individuales y el manejo de una buena integración en la relación de pareja, todos factores que integralmente conducen a un embarazo sano acompañado, claro está, de un parto sano. Primero no perturbar. Aunque todas las embarazadas intuitivamente lo saben —aunque el grueso de la comunidad médica parece actuar de manera diferente— “el parto no es una enfermedad” quedó de manifiesto en abril de 1985 en Fortaleza, Brasil durante la Conferencia de la Organización Mundial de la Salud. Es un proceso FISIOLOGICO implícito sabiamente en la biología de cada cuerpo de mujer, su cuerpo sabe como parir así como el bebé también sabe como nacer, son actos instintivos, que se conducen por sí solos, cuando se les deja, es decir cuando no sufren ninguna intervención.
Llamamos intervención en un parto o nacimiento cualquier evento humano o en el entorno que bloquee o estorbe el libre flujo de acontecimientos corporales y mentales que terminan en la apertura biológica y psicológica de la mujer para dar a luz.

Atendiendo las necesidades de la unidad mamá-bebé al parir y nacer.
• Libertad de movimiento de la mujer. Asegura un buen descenso del bebé en su cadera, posiciones libres que resulten cómodas para ella (no para quién la atiende), caminar, mecerse, incluso moverse a la manera de danza árabe, favorece además el flujo de sangre por el cordón umbilical, lo que minimiza la posibilidad de falta de oxigeno al bebé, de hecho muchas anomalías aparentes en los latidos del bebé se corrigen con simples cambios de posición de la madre; corrige alineaciones no óptimas del bebé para su salida, como posiciones en cuatro puntos, cuclillas, etc.
• Entorno y compañía. Por ser un evento instintivo, sexual, el parto es un acto intimo que requiere, por esto, recogimiento en un lugar seguro, donde la mujer se sienta poco observada, luz tenue o sin reflectores, temperatura cálida y compañía especial que le dé seguridad, sea la pareja, la madre, una amiga intima. Un entorno hostil o alguien que no “vibre” con ella, perturbarían, vía sistema límbico (emociones) hipófisis, el flujo de hormonas como la oxitocina, bloqueando la actividad uterina efectiva, con los consecuentes partos más largos. Compañía y ambiente agradable y el mismo dolor, estimulan opiáceos naturales, endorfinas que disminuyen la percepción del dolor y brindan una sensación de bienestar. El pico más alto de éstas dos hormonas en la sangre, que no se vuelve a dar en toda la vida, es inmediatamente después del nacimiento, creando la química que acompaña la sensación de éxtasis, de logro, asegura el apego y la vinculación madre-bebé, la primera experiencia de afecto y contacto íntimo, la bienvenida amorosa, sin prisas, permanecer ahí, respetando los ritmos del nacimiento, sin cortar el cordón umbilical hasta que deje de latir asegura un 25% más de aporte sanguíneo y evita la sensación de vacío y la llamada angustia o trauma del nacimiento.

¿Cómo enseñar las normas a nuestros hijos?

En el momento en que nacemos todo lo que nos rodea es un mundo nuevo a explorar.
Poco a poco vamos reconociendo a las personas más significativas de nuestro entorno y adquiriendo una serie de comportamientos ligados a las acciones cotidianas. A través de las rutinas el niño empieza a entender cómo se va organizando su vida y eso le permite controlar su conducta y sentirse cada vez más seguro. Si el niño sabe lo que «le toca hacer» en cada momento es mucho más fácil conseguir que lo acepte de buen grado que si cada día se le pide hacer algo diferente, en un orden totalmente arbitrario o sujeto a los cambios en las preferencias de los adultos. Por eso nos esforzamos en poner normas que, en principio, no son más que una forma de recoger la vida cotidiana. Las normas básicas están relacionadas con los hábitos de comida, higiene y sueño. Así, con los bebés nos esforzamos para que coman, se bañen y duerman en un momento determinado. Esa rutina se adquiere a través de la repetición y habrás observado cómo el niño se altera o cambia de humor cuando este horario sufre modificaciones. A medida que el niño crece y sobre todo con la adquisición del lenguaje (a partir de los 18 meses), las normas se van haciendo más complejas y empiezan a incluir otro tipo de acciones que nuevamente se incluyen dentro de las rutinas cotidianas. Poco a poco también añadimos normas relacionadas con la convivencia y así le pedimos que no grite o que pida las cosas «por favor». Y a medida que va creciendo, tu hijo irá «reclamando» su participación en la elaboración de las normas, descubriendo así su utilidad y la posibilidad de ir tomando decisiones.
• Recuerda que la única manera que tenemos de conseguir que los niños aprendan qué conductas son adecuadas y cuáles no es habituándoles a una secuencia de actividades que se repiten día a día y haciéndoles ver que tanto cumplir con ellas como no implica unas consecuencias.
En resumen, podemos hablar de distintos tipos de normas:
• Normas relacionadas con los hábitos y rutinas. Es hora de levantarse, de comer, de ver la tele... Este tipo de normas se estructuran con la repetición diaria. Si el niño sabe lo que tiene que hacer, le costará mucho menos realizarlo. Los más pequeños asumirán con naturalidad que ahora les toca bañarse o comer.
• Normas relacionadas con la convivencia y límites. Son del tipo: debemos hablar sin gritar, no se pega, las cosas se piden por favor, no se toca...
 Se trata de normas que vamos transmitiendo a nuestros hijos normalmente a través del lenguaje, aunque no tenemos que esperar a que ellos hablen para que las vayan escuchando. Los niños, desde bien pequeños, aprenden el significado del «no» y entienden que el adulto les avisa de una prohibición o de un peligro.

Nuestros hijos y los límites.

Una norma recoge lo que se puede o no se puede hacer en tu casa. Cada familia pone sus normas y las va creando en función de las necesidades que van surgiendo. La mayoría de nosotros tiene muy claro cómo queremos que se funcione en casa. No deseamos gritos, ni peleas, ni que se tiren las cosas, ni que haya que estar detrás de todo el mundo recordándole lo que tiene que hacer... Sabemos lo que queremos, pero ¿cómo conseguimos que sea aceptado por todos?, ¿qué podemos hacer para que se convierta realmente en una norma?
En la mayoría de los casos las normas no se cumplen por alguna de las siguientes causas (o por varias de ellas):
• Porque no ha habido consecuencias positivas ni negativas. Imagínate que te dicen en tu trabajo que no se puede fumar. Enciendes el primer cigarrillo y nadie te dice nada. ¿Qué haces con la norma? Olvidarla y seguir como hasta ese momento.
• Porque los modelos de referencia no las cumplen. Supon que en tu casa establecéis la norma de que hay que ducharse todos los días, pero tú no lo haces. Para tus hijos dejará de ser una norma porque alguien tan importante como tu no la cumple.
 • Porque hay una contradicción entre normas. Si tu pareja dice que en casa no se grita, pero tú lo haces continuamente, o si tú decides que hay que comerse todo lo del plato, pero tu pareja se lo retira cuando el niño dice que no quiere más, entonces no existe una norma clara, por lo que dejará de tener efecto sobre tu hijo.
• Porque la norma es inconsistente, es decir, sólo hay que cumplirla en determinados casos. Como ahora estoy cansada para insistir, permito que mi hijo se levante de la mesa; pero mañana no le dejo levantarse hasta que no se lo coma todo. Esta inconsistencia enseña al niño que las normas no son importantes, porque todo depende de cómo se encuentren papá o mamá en ese momento.
Tu hijo debe saber que las normas ayudan porque: 
• Facilitan la convivencia.
• Permiten que nos llevemos bien y que no haya discusiones.
• Nos ayudan a crecer y a hacernos mayores.
• Nos dejan tiempo para hacer cosas divertidas.

Nuestra casa, la importancia del entorno.

La forma en que estructuramos el tiempo y el espacio es mucho más importante de lo que creemos. El hogar es el entorno más inmediato del niño y a través de las actividades que realiza en él, de los objetos que maneja y de las personas con las que convive tu hijo estructura su mente, empieza a tener nociones sobre el tiempo y sobre las cosas. Como veremos más adelante, el horario es imprescindible a la hora de educar. Cuando las actividades se repiten día tras día, el niño entiende que hay una secuencia lógica y aprende a anticipar qué actividad viene después y a prepararse para llevarla a cabo. Seguramente, cuando tu hijo era un bebé, empezaba a llorar de hambre al segundo de haberle sacado de la bañera, porque tú le enseñaste que después del baño venía la cena. Lo mismo ocurre con las demás actividades. Lo normal es que un niño que sabe lo que viene después no tenga demasiados problemas en cambiar de actividad. Sabe que después de cenar se irá a la cama y lo vive con naturalidad porque así ha sido desde que ha nacido. Por eso, cuando no existe un horario fijo y cada día se actúa de una manera diferente, los niños no poseen ese referente que les permite anticipar lo que viene  después. En esos casos es normal que surja el conflicto, pues los niños dependen de la voluntad cambiante del adulto y no de una estructura clara a la que habituarse. No haber tenido un horario hasta el momento puede deberse a múltiples causas, pero eso no significa que no estemos a tiempo de intentarlo en la actualidad. Los niños, sobre todo si son pequeños, se adaptan fácilmente a los cambios, sobre todo si contribuyen a que se sientan mejor. Algo parecido sucede con el orden. Al niño, por ejemplo, le resulta mucho más fácil irse a dormir si lo hace siempre en el mismo sitio y con unas condiciones ambientales similares. Tener su cama, sus muñecos, etc., le ayudan a sentirse seguro. Si las rutinas son algo habitual en su vida, surgen menos dificultades cuando se introducen cambios. Si sabes dónde guardas las cosas, si encuentras lo que necesitas para funcionar, si dedicáis un tiempo a ordenar, etc., tu casa se convertirá en un buen referente para que el niño pueda desenvolverse sin problemas. Pero si todo está tirado, si nunca encuentras nada, si pierdes cantidad de tiempo buscando las cosas..., te sentirás fatal y tu hijo se encontrará totalmente desconcertado. Con estos referentes es como si estuviéramos amueblando su mente, poniendo las estructuras básicas a partir de las cuales se puede sentir seguro e ir afrontando nuevas situaciones con confianza.

¿Qué esperar de tu hijo de 3 a 4 años?

Comprensión de las normas
Adquiere nociones sobre lo que es adecuado y lo que no, fundamentalmente 1 a partir de las consecuencias de su acción (premio y castigo). La alabanza y el refuerzo tienen | un gran valor | a esta edad. Sigue adquiriendo capacidad para controlar su conducta y aprende que existen normas para estar en casa, en el colegio, en el parque.

Autonomía personal 
Sigue avanzando en el arte de vestirse, algo que ya puede hacer prácticamente solo. Sabe cómo deben ponerse las prendas (distingue el derecho del revés), abrocharse los botones, etc. Va solo, al baño y perfecciona su capacidad para lavarse la cara, las manos, los dientes... Come sin problemas utilizando los cubiertos (cuchara y tenedor).

La relación con los demás
Demanda estar con otros niños; tiene capacidad para esperar su turno y cooperar en el juego. Le gusta observar al adulto al que imita constantemente.

Puede ordenar y | guardar su ropa y sus ] juguetes, poner la mesa (servilletas, platos, cubiertos, etc.), hacer pequeños i recados (por ejemplo, ¡ llevar alguna nota al profesor), cuidar de las plantas o de algún ] animal, etc.

¿Qué esperar de tu hijo de 2 a 3 años?

Comprensión de las normas 
Se muestra colaborador; su deseo de hacer las cosas que ve realizar a los demás le empuja a desarrollar su autonomía. Estamos en plena etapa de oposicionismo, por lo que se negará a realizar algunas tareas, querrá salirse con la suya a toda costa. Son frecuentes las rabietas a través de las cuales manifiesta su deseo de conseguir lo que quiere. Todavía no distingue entre lo que hace bien y lo que hace mal; le cuesta controlar su propia conducta y por eso necesita normas claras y estructuradas.

Autonomía personal
A esta edad el niño comienza a mostrar los primeros intentos de autonomía. Sobre todo quiere hacer las cosas, aunque está aprendiendo y por eso necesita la supervisión y la ayuda del adulto. Le cuesta vestirse, pero ya puede quitarse algunas prendas él solo. También puede ir al baño solo (con un poco de ayuda), se lava y se seca la cara y las manos... Para comer usa sin problemas la cuchara y el tenedor sin derramar demasiada comida. Comprensión del contexto social.

La relación con los demás.
Le gusta estar con otras personas y juega con otros niños en grupos pequeños, con dificultades para cooperar en el juego. Tiene capacidad para esperar su turno. Aparece el juego simbólico en el que representa acciones de la vida cotidiana mediante diferentes papeles (jugar a papás y mamás, a los médicos...).

Puede ordenar y guardar algunas prendas de vestir como zapatillas o pijama, colaborar en pequeñas tareas como poner las servilletas o algunos cubiertos en la mesa, regar las plantas, etc.

Conociendo a nuestros hijos

Los principales logros que vamos a observar en nuestros hijos están relacionados con el desarrollo de su autonomía, en cómo comprenden el mundo que les rodea y en la forma de actuar en él. El niño pequeño que necesita del adulto para alimentarse, comer y salir a pasear se convierte en un adolescente que puede cuidar de sí mismo y relacionarse con los demás sin problemas. A lo largo de la infancia el niño adquiere, además, la capacidad para controlar su propia conducta en función de los puntos de referencia que ha ido teniendo. Sus capacidades cognitivas, motoras y afectivas se transforman permitiéndole configurar su forma de pensar, actuar y sentir. Hasta los 2 años los cambios más relevantes están relacionados con sus movimientos. La forma de moverse se perfecciona y cada vez es más capaz de realizar tareas que requieren una mayor precisión. Con la aparición del lenguaje surgen nuevas potencialidades que le permiten procesar lo que escucha y expresarse. Entre los 2 y los 6 años nos encontramos en un momento importante para el desarrollo del autocontrol y la autonomía. El niño puede pensar sobre lo que le sucede, establecer relaciones entre su comportamiento y las consecuencias que recibe. Adquiere los hábitos básicos que le permiten vestirse, asearse, comer... sin la constante ayuda del adulto. En estos momentos las normas se convierten en puntos esenciales para su desarrollo. A partir de los 6 años los cambios en el pensamiento son los más significativos. Poco a poco podrá realizar operaciones más complejas, separándose de la percepción inmediata para integrar el conocimiento y su propia experiencia. Mejoran en su capacidad para adoptar otros puntos de vista, organizar diferentes contenidos, razonar, planificar y resolver problemas. A continuación encontrarás algunos de los cambios que se producen durante la infancia. Ten en cuenta que aunque podemos hablar de unas características comunes, lo cierto es que cada niño lleva su propio ritmo y es esencial que se respete si queremos contribuir en su proceso de maduración.

De los 0 a 2 años

Comprensión de las normas
El bebé no va a entender las normas. Poco a poco irá comprendiendo los mensajes y entenderá que algo pasa cuando el adulto le dice que no, le habla más alto o le coge un objeto que él tiene. Paulatinamente irá aprendiendo el significado de órdenes sencillas: «no se toca», «dame eso», «ven aquí»... y al final de esta etapa, comprenderá la mayoría de los mensajes. La aparición del lenguaje supondrá un importante avance en la comprensión del mundo que le rodea. No siempre acepta que le digamos que no, llora y se enfada cuando le retiramos de algún lugar peligroso.

Autonomía personal 
El bebé recién nacido depende totalmente del adulto. El desarrollo de sus movimientos le va a permitir relacionarse con el exterior: descubre su cuerpo, quiere coger cosas, desea sentarse, rodar, desplazarse... Y todo esto le va a permitir realizar algunas conductas de manera más autónoma (cuando gatee o ande ya no necesita del adulto para moverse por la casa, por ejemplo). También aprende a agarrar el biberón, la cuchara (aunque al principio se manche mucho), el vaso.

La relación con los demás
El bebé demuestra desde muy pequeño que tiene interés por las personas: prefiere mirar una cara que cualquier otro objeto, reconoce a su padre/madre y sonríe cuando le ve. Le gusta estar con otras personas, fundamentalmente con los adultos que le cuidan, y a medida que aumenta el interés por el medio le gustará estar con otros niños.

Puede: hacer pocas cosas por sí mismo, aunque poco a poco es capaz de realizar algunas conductas de manera muy sencilla: intenta ponerse los zapatos, lavarse en el baño, comer por sí mismo.

Y tú ¿cómo educas?

El estilo que adoptamos con nuestros hijos contribuye de diferentes maneras en su desarrollo y en la adquisición de los diferentes hábitos. Sin darnos cuenta, la mayoría de las veces repetimos los patrones que nuestros padres han utilizado con nosotros. Aquella frase que tu madre te repetía sin parar y que tanto te molestaba, posiblemente la has utilizado para decir a tu hijo que recoja o que se lo coma todo. ¿Por qué ocurre esto? Pues porque no conocemos otro modo de educar. A veces tenemos muy claro lo que queremos, pero no sabemos cómo llevarlo a cabo y terminamos recurriendo a los castigos de siempre. Por otro lado, el estrés al que estamos sometidos no contribuye demasiado a nuestra vida familiar. La mayoría de las veces estamos demasiado cansados para imponernos, tenemos demasiadas cosas que hacer como para estar pendientes de lo que los niños hacen o recibimos demasiadas presiones del exterior para que nuestra familia sea de una determinada manera o tenga un montón de cosas, por lo que nos resulta realmente complicado que en casa se pueda funcionar de una manera relajada. Nuestra forma de ser, el aprendizaje que hemos tenido y nuestra situación familiar pueden dar origen a diferentes modos de educar a nuestros hijos. A continuación encontrarás cuatro de los estilos educativos más representativos. Intenta descubrir qué aspectos utilizas tú en tu labor como padre/madre: 

• Estilo autoritario. «Las cosas se hacen porque lo digo yo». En este caso existen normas muy claras y consecuencias muy dañinas si no se cumplen. 
La agresión verbal o física suelen estar presentes en este estilo y el niño aprende a hacer caso a aquella persona que impone la autoridad, pero no aprende a realizar las conductas adecuadas.

Si actúas siempre de forma autoritaria, tu hijo no aprenderá a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, porque todo depende de tu criterio. Es posible que crezca con miedo y con falta de iniciativa.

• Estilo permisivo. «Haz lo que quieras, me da igual». En este caso no hay normas, aquí todo vale. Da igual a qué hora se coma o lo que se coma, si hay que jugar de una determinada manera, si se puede poner la tele cuando uno quiera... Lo importante es que no se moleste. El niño que vive este estilo parental no tiene límites porque está acostumbrado a hacer lo que le parece.

Si actúas siempre de forma permisiva, tu hijo aprenderá rápidamente que puede hacer lo que le viene en gana y no atenderá a razones ni a normas cuando trates de imponérselas. Posiblemente se convierta en una persona poco responsable, evitará el esfuerzo y será bastante infantil.

• Estilo sobreprotector. «No hagas eso que puedes hacerte daño». Cuando adoptamos este estilo optamos por proteger a nuestro hijo impidiendo que realice cosas que podría hacer por sí mismo. Nos encargamos de vestirle o de ducharle, porque, según nosotros, él no sabe. Pero también hacemos lo posible para que no llore, no se disguste o no le vayan las cosas mal. El niño en ambiente sobreprotector espera que se lo den todo hecho y difícilmente puede afrontar las diferentes situaciones de la vida diaria por sí solo. Siempre necesita que haya un adulto cerca. 

Si con frecuencia actúas de forma sobreprotectora, tu hijo no aprenderá a hacer nada por sí solo, dependerá siempre de ti. A estas edades, lo más probable es que tu hijo crezca rodeado de miedo e inseguridades. Más adelante puede rebelarse contra todo aquello que tú consideras adecuado.

• Estilo democrático. «Voy a enseñarte a que te desenvuelvas por ti mismo». Bajo esta forma de entender la educación el padre o la madre saben que pueden contribuir a que su hijo se desarrolle plenamente y para ello son necesarios unas normas, límites y rutinas que le ayuden a organizarse y le permitan ser cada vez más autó- nomo. El niño aprende lo que tiene que hacer porque le han enseñado a hacerlo. 

Si actúas de forma democrática, tu hijo sabrá distinguir las conductas adecuadas de las que no lo son, independientemente de que le premies o castigues por ello. En general, será una persona segura de sí misma, con capacidad para opinar y tomar decisiones. 

Ninguno de estos estilos suele darse en estilo puro. A veces educamos de forma autoritaria, otras permisiva... Y en ocasiones encontramos en un mismo hogar diferentes modos de tratar a los niños. Estas situaciones pueden generar bastante confusión pues no damos la posibilidad de que el niño aprenda a qué debe atenerse. Algunos padres admiten que su estilo autoritario está reforzado porque les da buen resultado. Han descubierto que un grito a tiempo consigue que sus hijos se estén quietos. Otros padres dicen que ya no pueden más, que se sienten demasiado cansados para poder ejercer algún tipo de influencia sobre sus hijos y que por eso optan por el estilo permisivo. En otras familias la situación de sus hijos, por ejemplo haber vivido una larga enfermedad, les ha «obligado» a sobreprotegerle. 
Las consecuencias negativas de los tres primeros estilos educativos son muy evidentes. No se trata de tirarse de los pelos si te has sentido identificado/a con alguno de ellos, sino de reconocer las implicaciones que en la educación de tus hijos tiene el hecho de que optes por ser autoritario, permisivo o sobreprotector. Sobre todo porque queremos mantener relaciones adecuadas con nuestros hijos y que éstos logren la autonomía que necesitan para sentirse seguros y felices. A lo largo de estas páginas encontrarás pistas y estrategias que te ayudarán a fortalecer el estilo democrático, con el cual podrás empezar a vivir la relación con tu hijo de una manera más relajada. El objetivo es dejar de ser la persona que controla el comportamiento del niño, para convertirnos en su entrenador, en alguien que le ayuda a fortalecer las habilidades que necesita para desenvolverse sin problemas en la vida y todo ello desde el cariño y el respeto mutuo.

¿Qué deben saber los padres con bebes de 7 a 24 meses?

Los niños que han recibido los cuidados adecuados y a los que se les ha preservado su hábitat van creciendo y necesitan sentir además que son respetados en aquello que realizan. Pero no sólo en lo que hacen, sino en el tiempo que tardan en hacerlo.
Cada niño tiene su ritmo, y querer forzarlo hace que el niño sienta que hace mal las cosas. La introducción forzada de alimento, los métodos traumáticos para que el niño duerma y los castigos severos ante el control de esfínteres van a provocar un menoscabo de la autoestima del menor.
Entre los 7 y los 24 meses, la mayoría de niños suelen presentar ansiedad. Para el profesional entrenado es fácilmente observable mediante tests musculares, o con la forma de garabatear cuando ya son algo mayores. ¿Por qué? Pues porque se les obliga a ir a un ritmo sin tener en cuenta el suyo. Como citaba al principio de este apartado, «las personas hervimos a diferentes temperaturas»; esto es, cada una necesita un tiempo distinto para hacer y adaptarse a las cosas. Los niños también.
Pero con los niños no se tiene en cuenta. Es normal saber andar entre los 11 y los 18 meses, pero como usted tenga un bebé que no sepa andar alrededor del año ya le van a mirar mal. La enuresis (hacerse pipí) no se considera problemática hasta pasados los 5 años, pero como su hijo vaya a la escuela con 3 años y lleve pañal le mirarán mal.
Los niños entre 7 y 24 meses son forzados en los aspectos más importantes de su vida, ya que en esa edad es cuando se dan los mayores aprendizajes:
o La alimentación complementaria.
o La deambulación (gatear, andar).
o La superación de la angustia de separación.
o El control de esfínteres.
Pero no se respetan sus tiempos y el día en que el niño cumple los 7 meses nos lanzamos como locos a una carrera para que tome papillas, o llegados los 2 años queremos sacar el pañal cueste lo que cueste en un par de días. Total, si otros lo consiguen, ¿por qué no el nuestro? Pues no tiene por qué ser así: cada niño tiene su tiempo.
El problema radica en que cuando un bebé nace, la sociedad les regala a los padres dos valiosos objetos virtuales para su crianza: un cronómetro y un aro. Así, desde que el niño nace, el juego consiste en hacerle pasar por el aro al mismo tiempo que los demás. Es decir, llega el séptimo mes y, como la mayoría ya come papilla, el nuestro es obligado a tomarla, cuando la lactancia debe ser mayoritaria hasta el año y la papilla sólo es un «extra».
Resulta que llega el segundo año y nos ponemos como locos a quitarle el pañal sin mirar si está preparado: un niño no preparado, en lugar de controlar esfínteres, lo único que hace es contracturar la musculatura de la pelvis y realiza un mal aprendizaje.
No cree un problema donde no lo hay. Antes de forzar a su hijo, busque bien los periodos «normales» de adquisición de cada una de estas metas y no se deje guiar por los valores más frecuentes, ya que cada niño tiene su ritmo. Los otros niños son ordinarios, pero el suyo es extraordinario.
El tiempo respetado es la necesidad que tiene el niño de que se respete su tiempo de adquisición por varios motivos:
o Porque no hacerlo le produce ansiedad.
o Porque los periodos normales son más amplios de lo que se suele decir.
o Porque el cerebro del niño en esta etapa sólo tiene memoria implícita. La grabación de esos momentos de sufrimiento, debido a que es forzado, reñido o castigado por no adquirir unas metas para las que no está preparado, dejan una huella indeleble en él.

¿Cómo respetar el tiempo?
Hay que estar muy atentos al bebé y a sus señales. Él irá indicando el camino de cada una de estas metas. Por si no sabe verlo, su pediatra le indicará el momento más frecuente; cuando llegue ese día, intente estar más atento. Respecto a las principales metas que hemos comentado (comida, sueño, control de esfínteres y retirada del pañal).
¿Qué se le transmite al bebé con el tiempo respetado?
Un bebé al que se le respeta su ritmo de adquisición siente que es considerado, que lo que hace normalmente está bien. Si a usted le dijeran que hace las cosas bien, ¿no sentiría crecer su autoestima por momentos? Nuestros hijos también.
En cambio, si le dice que debe comer más, que debe dormir mejor, que haga menos pis... ¿no cree que su autoestima bajará?
Si su hijo se mueve dentro de una normalidad, no lo dude y respete sus tiempos y su ritmo.
El tiempo respetado no puede ir separado de la preservación del hábitat. Así, un niño al que en un primer momento se le dijo que era valioso, y ahora además sabe que se le respeta y que hace las cosas bien, será un adulto fuerte emocionalmente, seguro, con una sana autoestima y un apego sólido hacia sus progenitores.
Principales preocupaciones de los padres en este periodo
o La provocación.
Imaginen a un bebé de 8 meses sentado a la mesa. Coge un vaso de cristal y lo lleva hacia el borde mientras nos mira. Cuando lo vemos es demasiado tarde, el vaso está en el suelo hecho añicos. Le regañamos. Pero él no entiende: «Mamá se debe equivocar, con lo bonito que ha sido todo. Seguro que me regaña por otra cosa. Es imposible que sea por esto».
Al día siguiente se repite la historia. El niño coge el vaso y mira a su madre mientras lo lleva hacia el borde. La madre le dice: «¡No!»; pero el niño se ríe y sigue sin hacerle caso porque piensa: «Mamá, espera, si es bonito... Se cae y salen más trozos y hace ruido... Yo te lo muestro». Puede que la madre siga diciendo «¡No!» y el niño, mirándola con cara de pillo, llevará poco a poco el vaso hacia el borde hasta que la madre se lo quite o el niño pare y se quede contrariado.
La experiencia del niño es que aquello no es malo (incluso es divertido) y no entiende el daño que encierra aquella acción. Seguramente esta escena se repetirá más veces, puesto que la única forma que tiene de saber si una cosa está bien o mal es haciéndola y mirando en la cara de sus padres el resultado de lo que ha hecho.
El próximo día que lo haga sus padres comentarán: «Lo ves, ¡nos provoca! Ya le hemos dicho que no, ya se lo hemos quitado varias veces y él lo sigue haciendo, y encima lo hace poco a poco y se ríe mientras nos mira».
Este comportamiento suele tenerlo también con sus juguetes. Coge uno y lo tira. «¡Qué divertido, hace ruido y encima viene mamá y me lo devuelve!». La segunda vez la mamá ya le dice que no lo haga más, pero se lo recoge; y la tercera vez el niño coge el juguete, mira a la madre con cara de diversión y poco a poco le muestra sus intenciones de volverlo a tirar. No la está provocando, sino que juega con ella, como los perritos a los que les tiramos un palo, «yo tiro y tú recoges»; pero aparte está diciéndole a su madre: «¿No ves lo divertido que es esto?». Y como su madre le está dando a entender con su cara que no le parece divertido, él quiere comprobar si es por el juguete («¡No puede ser que por esto mi madre se ponga así; voy a repetirlo porque le voy a enseñar que no hay de qué preocuparse!»).
Ya lo ven, lo que son simples comprobaciones sobre si una cosa está bien o mal, o si su madre puede ver las cosas igual que lo hace él podemos interpretarlas como un reto, una provocación o una puesta a prueba. Pero no es eso.

Conceptos erróneos sobre la concepción.



Habrá oído muchos cuentos de abuelas –y de internet– sobre la mejor forma de concebir un bebé. Aquí tenemos algunos que debemos desechar inmediatamente.

Mito: hacer el amor cada día puede hacer disminuir la cantidad de espermatozoides,haciendo más difícil concebir.
Realidad: aunque antes se creía que esto era cierto, las investigaciones más recientes han demostrado que tener relaciones sexuales cada día alrededor de  la fecha de la ovulación hace que el embarazo
sea ligeramente más probable que si se lleva a cabo día sí día no. ¡Así pues, parece que cuanto más… más!

Mito: llevar calzoncillos tipo bóxer hará aumentar la fertilidad.
Realidad: los científicos deberían pronunciarse ya en el debate bóxers/calzoncillos tradicionales, pero parece que la mayoría de los expertos están de acuerdo en que la ropa interior que lleve el hombre tiene pocas consecuencias en esa carrera para concebir un hijo. Pero sí que hay algo que decir sobre el tema de mantener los testículos frescos y darles un poco de espacio para respirar.

Mito: las relaciones sexuales en la postura del misionero son las quemás favorecen la llegada de los espermatozoides a su meta.
Realidad: el mucus cervical, que se vuelve fino y elástico alrededor del momento de la ovulación, es el medio perfecto para los espermatozoides, ya que ayuda a esos chicos a nadar hacia arriba en el tracto vaginal, a atravesar el cérvix y el útero, y a subir por las trompas de Falopio donde les espera el óvulo. A menos que los espermatozoides tengan problemas de motilidad, alcanzarán su meta cualquiera que sea la posición que hayan ustedes adoptado. Sin embargo, no estaría de más quedarse un rato echada después de tener relaciones, de forma que el esperma no se escape de la vagina antes
incluso de empezar la carrera.

Mito: un lubricante ayudará al esperma a llegar a la central del óvulo.
Realidad: en realidad, es precisamente lo contrario. Los lubricantes pueden cambiar el pH de la vagina, creando un ambiente inhóspito para los espermatozoides. Así que olvídese de los lubricantes
hasta que haya cumplido su misión de concebir.

Mito: el sexo de día ayuda a concebir más deprisa.
Realidad: parece ser que los niveles de espermatozoides son más altos por
la mañana, pero no existen evidencias clínicas que confirmen que hacer el amor mientras luce el sol haga aumentar sus posibilidades de concebir. (Pero no se detenga si quiere tener un ratito agradable antes del desayuno.)

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